Ayer escuché a Rosa Montero en la radio. Habló entre otras cosas de la desorientación que le produjo la pérdida de su pareja y confesó que el duelo le duró dos años. Antes fue incapaz de retomar su antigua vida. Yo no sé si me costará dos años recuperarme, pero tengo claro que no quiero volver a mi antigua vida, porque esa está arruinada. Desde el primer momento en que sufrí la pérdida de mi compañera, supe que no había opción: o me reconstruía prácticamente de cero (con la dificultad que supone hacerlo con cierta edad) o me sumía en el desánimo y en la abulia más absoluta. Empujado por los consejos de mi hija, me mudé de ciudad y he intentado, en estos primeros seis meses de dolor y desconcierto, recolocarme, tejer una nueva red de relaciones y hábitos que tenía casi olvidados. No me está yendo mal. He aceptado ya que cuando pierdes a la persona amada que te acompañaba a todos sitios, esta siempre estará contigo, siempre habitará tus pensamientos, en mayor o menor medida.
Oigo ahora voces y leo libros con una mirada alterada, viciada por la hipersensibilidad de la muerte. La realidad en la que vivo es otra y las sensaciones son muy distintas a las que tenía antes de la pérdida. He intentado en estos primeros meses salir, socializarme en espacios desconocidos, ver cine, teatro, hasta conciertos de música. Lo hago por inercia, por intuición, por no estar conmigo mismo a solas (algo que antes buscaba insistentemente), aunque poco a poco voy recuperando el hábito de sentarme ante el ordenador a escribir en serio (la vanidad del ser humano es infinita, hasta en los trances más extremos). Aún tengo embotada la inclinación a la ironía y al sarcasmo, con las que tanto disfrutaba. Ahora la cabeza me pide realidad, sencillez, confesión (sin cura, por supuesto).
Identificarme con Rosa Montero me ha costado poco, porque es una autora con la que siempre estoy de acuerdo ideológicamente, pese a que nunca me haya gustado su estilo literario. Utilizo artículos suyos en las clases de Lengua, a pesar de que no tenga muy buena opinión de sus novelas. Aún así, leeré la última, por delicadeza, por ese esfuerzo generoso que solemos conceder a las personas que nos caen bien.
Me voy al cine.
Tu nueva manera de escribir tan íntima y profunda, abriendo tu alma, hace que la nuestra quede conmocionada.
ResponderEliminarGracias, Joaqui. No es intencionado, es lo que me pide el cuerpo.
EliminarMe encanta leerte ,y me encanta que la recuerdes,,,no sé si es bueno o malo ,pero Ami me gusta.Normal que te quisiera tanto
ResponderEliminarGracias.
EliminarBuenos días
ResponderEliminarCuando nos enfrentamos a un tsunami que arrasa todo lo construido , cómo es una pérdida dolorosa, pensamos que no vamos a "sobrevivir" que nuestro sufrimiento es mayor que el de otros en las mismas circunstancias. El tiempo nos va enseñando que el "duelo y sus fases" , en la mayoría de los casos es similar y por eso nos sentimos identificados y empáticos con ese mismo dolor cuando lo reconoces en los demás.
Ante ese dolor hay que plantearse o quedar anclado en él "muerte en vida" o reinventarse con fuerza para seguir teniendo "otra buena vida". Yo no cambié de piso, ni residencia, aunque me lo planteé, sí que vendí mi segunda residencia y una casa rural en la que habíamos puesto mucho trabajo e ilusión porque era un proyecto de los dos y sóla ya no quería. Hice profundos cambios de amistades, actividades y trabajo y poco a poco , cómo el ave Fénix , renací y emprendí el vuelo en solitario. Mi visión de la vida y el futuro ha cambiado. Disfruto del presente y tengos momentos de felicidad que ahora sé agradecer.
Acabo de leer el último libro de Rosa Montero, y aunque coincido contigo , en cuanto a su estilo literario en sus libros, el contenido de éste me ha removido porque lo vivo de cerca.
Ánimo José
Un abrazo
Yo voy a leerlo también, a ver si cambio mi opinión sobre sus novelas.
EliminarSoledad
EliminarQuerido, cada uno supera las pérdidas como puede. Los cambios no sé si son siempre para bien, espero que sí, pero sí
ResponderEliminarson siempre enriquecedores, y si eso hace que nos deleites con tu literatura, viva el cambio.