De nuevo en el cuartel de la Guardia Civil, rodeado de nazarenos.
-Bueno, ¿y usted por qué ha destrozado la cristalera de Mercadona con una piedra?
-Pues no sé, tengo mucho tiempo libre.
-¿Y ya está?
-También se me ha revuelto aquí abajo (le señalé el bajo vientre) un rencor antiguo, de otro tiempo.
-¿Qué rencor ni qué niño muerto?
-Pues eso, que mi padre tenía una tienda de ultramarinos, un comercio local, como lo llaman ahora, y nos creció un odio visceral hacia los grandes monopolios de supermercados cuando se instalaron en el pueblo. Y se me ha removido aquello, sabe usted.
-Y cuando se instalaron estos supermercados, ¿su padre tuvo que cerrar, claro?
-No, ¡qué va!, si el negocio sigue yendo muy bien. ¡Dígaselo a mi hermano!
-¿Entonces?
-Pues nada, que les tengo asco a los monopolios.
-¿No querrá que ponga esta sarta de gilipolleces en el informe de atestados?
-Bueno, también dicen que en estas grandes superficies trafican con carne de pangolín, con papel del culo y con sangre de cajeras?
-¿Con carne de qué?
-Sí, hombre, ¿no lo ha oído usted?, el pangolín, un animal muy simpático cuya carne fue el origen de la peste.
-Dicen que fue la mordedura de un murciélago.
-Sí, y también dicen que había un laboratorio en Wu Jan donde trapicheaban con virus de todas clases.
-Sí, y mi compañero dice que lo generó el gobierno para no pagar a los viejos.
-¿Qué gobierno?
-Mi compañero no entiende de política. Un gobierno.
-Y dicen que viene otra catástrofe peor.
-Sí, dicen que un meteorito está a punto de caer sobre Tébar.
-¿Sobre Tébar?
-Sí, es el pueblo de mi abuelo.
-¿Y hay Mercadona en Tébar?
-¡Qué va! La destrucción no va a ser muy grande si cae allí el meteorito. Lo peor será la onda expansiva.
-Y dicen que...
Y así pasé la tarde en el cuartelillo, conversando del pasado y del futuro sobre toda clase de hipótesis, hasta que nos dieron las diez y nos llamaron para cenar. No pregunté de qué era el guiso, pero me lo podía imaginar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario