Hablando con las compañeras del departamento, llegamos a la conclusión de que los referentes del alumnado han cambiado tanto en tan poco tiempo que nos cuesta mucho vincularnos a ellos para que las enseñanzas que intentamos transmitir tengan un cauce propicio. Por ejemplo, yo, hasta hace poco, utilizaba la referencia de "Los Simpson" como cajón de sastre. En "Los Simpson" aparece gran parte de la cultura literaria universal: Shakespeare, Poe, Homero... A mí me servían, y mucho, para atraerlos hacia unas historias de las que ellos, con frecuencia, se sienten totalmente ajenos. Desde hace un lustro, los alumnos no conocen ya, salvo excepciones, a "Los Simpson". Son enlaces que sirven para conectarnos con su mundo, por muy alejado que esté del nuestro, y, cuando se pierden, es difícil encontrar otros tan útiles. Nos pasa también con series, música, películas, videojuegos, y no te digo ya con los libros.
El abismo que nos separa de ellos es cada vez más profundo y esto, si me pasara a mí, que casi tengo la edad de Jordi Hurtado, no me extrañaría nada; pero lo sufren también profesoras relativamente jóvenes. Supongo que la dinámica frenética de los tiempos posmodernos hace que gente de 27 años (año arriba, año abajo) se sienta totalmente apartada de alumnos con 15. Los mundos que han vivido son muy similares, sin embargo, la necesidad de esta sociedad ultracapitalista de generar nuevos contenidos y productos de consumo cada medio minuto, provoca que no podamos subirnos a todos los carros y, menos a los de otra generación.
Sin embargo, si lo pienso bien, tampoco es tan dramática esta brecha, porque hay otros materiales con que taponarla: la confianza, el trato amable, el dominio de tu materia, que te vean como a su abuelo y, el más fructífero, el sentido del humor. Ser un poco payaso (en el buen sentido) ayuda mucho a acercarte a estos seres de risa fácil y faltos de buenos acabados. Y ya hablaré otro día de la sintaxis.
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