Edipo, rey; Antígona; Medea; Lisístrata... todas estas obras de la Grecia clásica pueden ser digeridas sin ningún problema por los adolescentes actuales con un poco de cuidado y mimo. Se prestan a la discusión, a la polémica, se plantean problemas intemporales que el hombre sigue sin solucionar y por eso resultan hoy tan candentes como hace veintiséis siglos. En Antígona, el agón (el enfrentamiento, el problema) surge cuando la protagonista desafía a la ley civil en favor de la tradición religiosa y familiar, que obligaba a enterrar con dignidad a sus muertos. Este y cualquier otro conflicto de calado similar se puede actualizar hasta los extremos más disparatados: "¿Qué ley sigues tú en un botellón?, ¿la del civismo, que te pide limpiar lo que ensucies en la vía pública?, ¿o la de la horda, que te empuja a actuar como un vándalo cuando estás en grupo?". Edipo se ve abocado a un destino maldito a pesar de que él pone todo de su parte para que la desgracia no lo alcance: "Si el horóscopo te ha anunciado un día desgraciado en amores, ¿tú intentas cambiar de novia antes de que ella te cambie a ti?". Medea es el espíritu de la mujer engañada, que reacciona de manera terrible ante la traición de Jasón, su esposo: "¿Qué venganza aplicarías tú al hombre que te deja por otra, si la única razón de su capricho es que ella es más pija que tú?"... Con Lisístrata estamos intentando algo más grande, una representación desmesurada y sin límites del enfrentamiento entre sexos, al margen de los prejuicios judeocristianos. No sé si podremos representarla. Ni siquiera sé si vamos a ser capaces de aguantar tanta libertad. Espero que no hagan con Literatura Universal lo mismo que pretenden con la Filosofía. Dejadnos un rincón para la reflexión y la rebeldía, no todo van a ser gamificación y emprendedores.
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