Hace poco vi un análisis estadístico (dudo de todos ellos) según el cual los estudiantes de las universidades privadas obtenían trabajo más fácilmente que los de las públicas. Bien, pese a mis dudas (todos estos estudios tienen un fin perverso e interesado, promocionar lo privado contra lo público), nuestro sistema de meritocracia se puede comprender con un ejemplo práctico. Imaginad a una chica que ha hecho la carrera de periodismo o se ha formado en la profesión de cocinera. Ha concluido sus máster, no encuentra trabajo digno y enciende la televisión pública. Comprueba, indignada, cómo Tamara Falcó (sin ninguna titulación periodística, ni formación en cocina, ni en el arte de la retórica) es la copresentadora de un programa de cocina. La chica que se ha desvivido por su formación comprenderá rápidamente que las oligarquías siguen manteniendo los privilegios medievales. El pobre, en la sociedad del siglo XXI, todavía, debe luchar, sin guillotina, contra la sangre azul (triste), incluso en la televisión pública.
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