El médico forense también parecía sacado de una ficción, del saloon de una película del Oeste. Su desaliño, su barba de tres días y el aliento de benceno me lo retrataron como un personaje de Sergio Leone o del último Tarantino. (...) Los hábitos de Miguel, el “Fantástico”, se apartaban tanto de los mandamientos de la salud y las costumbres, que los pobladores del tanatorio le auguraban lo peor. No consentían que el comportamiento de Miguel alterara la monotonía de las tardes y el sopor de las noches, mientras ellos paseaban a la muerte de la mano.
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