"Agnes también lucía cabello dorado y andaba desplazada. Era una de esas criaturas que se quedan al margen y no consiguen familiarizarse con quienes los rodean. Sufren su violencia sin que nadie haga nada por evitarlo. El negro de sus labios y uñas contrastaba con la palidez de rostro y manos. Los aretes en la nariz y las cejas eran desafíos contra la gente que no la reconocía, que la miraba como a una criatura extraña a quien ignorar o expulsar. Sin duda, tanto ella como Tatiana habrían sido presas fáciles para cualquier secta mandinga, satánica o hasta católica".
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