Ya está bien de tonterías y payasadas. Voy a centrarme por el camino más serio: el de la poesía de Facebook. Os he compuesto nada menos que una oda en quintillas en honor al Pangolín. Ahí va mi nueva identidad de hombre cabal y consciente de la situación. Chúpate esta, Marwan:
Pangolín de mis entrañas,
pangolín de mis amores,
¿por qué asuelas las españas
con los fieros sinsabores
de quien no puede ir de cañas?
Pangolín, déspota y rudo,
pangolín, saca la plaga,
estoy cansado de estar mudo,
y me veo alguna llaga
de andar por casa desnudo.
Me han rapado la cabeza
como a una oveja las lanas,
parpadeo con pereza,
los días ya son semanas
y siempre la noche empieza.
Pangolín, vete a tu casa,
se acabó el papel higiénico,
las mascarillas, la gasa,
solo consuela el arsénico
mezclado con argamasa.
Déjanos que respiremos,
tu garra de encima quita.
Prometo que sacaremos
en andas a tu abuelita
y tu raza adoraremos.
Pangolín de mi desvelo
no aguanto la teleclase:
los alumnos son de hielo
no hay ninguno que desfase
y yo parezco medio lelo.
Devuélvenos la pizarra,
el cañón estropeado,
a David, que está en la parra,
y a Jorge, medio fumado.
Quiero volver a dar Larra,
Shakespeare y Lope también,
aunque solo uno me escuche,
aunque suenen como cien
aunque cierren el estuche,
sin que nadie lo haga bien.
¡Ay, Pangolín!, desmedido
es este castigo salvaje.
Desde el balcón yo te pido,
que nos dejes ir de viaje,
no a las Maldivas ni al Lido,
a un bar frente a mi garaje.
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