¿Es capaz el cerebro de depurar toda la mierda que le inyectamos? Yo hice la prueba en Nochevieja. Me sometí a más de tres horas ininterrumpidas de reguetón, electrolatino, sevillanas, Jennifer López, Melendi y otras variedades que me es imposible nombrar por desconocimiento y porque algunas de ellas me provocan arcadas como al protagonista de La naranja mecánica. Por cierto, qué perversión nos empuja a vestirnos de gala para bailar "canciones" de Melendi o la Macarena. En versión inversa, sería como asistir a ver Aída o a una sesión de Chet Baker en triquini y chancletas. Pero, ¿cuáles fueron las consecuencias del experimento? ¿Hubo alguna transformación destacable? Al día siguiente quedaban secuelas visibles: un tinte verde en el cuello de la camisa, un andar torpe y patihueco, el tarareo constante del "anillo pa cuándo" y un sopor que me hacía ver la realidad como si estuviera sumergido en la piscina de los pequeños. ¿Es posible que haya mutado? No sé, vigilaré mis extremidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario