Los días de jefatura de estudios están llegando a su fin,
pero mientras quede uno, siempre habrá esperanza para la sorpresa y la
escatología. La mañana no había ido mal, incluso se podría hablar de calma chicha,
que siempre presagia tormenta. No se hizo esperar.
Un chico de FP, mayor
de edad, con objetos de ferretería en orejas y narices conduce a dos muchachos
de 3º de ESO. Uno de ellos es bastante conocido en jefatura. No por ser mal
chico, sino por estar un tanto alelado y caer en medio en muchos de los jaleos
que se montan en el instituto. El otro tiene cara de susto (y de bueno). El de
FP comienza el relato de los hechos con firmeza: “Estaba yo haciendo de vientre
en el váter…” Primer momento de retención (uno no debe reírse en estas
circunstancias). “…cuando oí jaleo fuera, en los urinarios. Se oía cómo la hoja
de la ventana golpeaba una y otra vez contra la pared… Me limpio, salgo y cae
delante de mí el cristal de la ventana. ¿Quién la ha roto?, no te lo puedo
decir porque estaba haciendo de vientre, pero estos dos y alguno más estaban
fuera cuando he salido”. Me pasma la responsabilidad del muchacho de la
ferretería en la cara. Se muestra con más decisión y civismo que muchos de los
profesores del centro, que ante los
altercados suelen hacer la vista gorda para no verse metidos en líos. El alumno
alelado dice que él solo estaba allí, no ha golpeado la ventana (ya me lo
imaginaba). Tiene la virtud de encontrarse siempre en el lugar adecuado, pero
él nunca es autor de nada. El otro se confiesa como el último que tocó la
ventana (solo la rozó, según él). Debía estar medio rota porque si no, no se
explica cómo ha caído, apenas la ha rozado. Entra el alumno de FP otra vez como
testigo escatológico. “Cuando yo estaba haciendo de vientre, oí muchas risas y varios
golpes de la ventana contra la pared”. Se confirma pues, según el testigo de la
causa, que no ha sido solo un roce ni un accidente, sino algo intencionado. Los
chicos de 3º miran un tanto asustados y delatan al resto de los implicados en
cuanto se lo pido. No les cuesta nada dar nombres y apellidos. Si se comparten
culpas, sabe mejor el castigo. El chico culpable sigue con su cara de bueno (un
poco menos) y de asustado (un poco más). El alelado continúa con el gesto de
siempre, es incapaz de cambiar su suerte. Lo esperamos próximamente. El alumno
de FP está satisfecho, por haber cumplido con su deber de ciudadano y por
alguna otra cosa, evidentemente.