En este enlace podrás leer las 31 primeras páginas de "Te negarán la luz"
AVISO AL LECTOR DE ESTA HISTORIA
En las postrimerías del siglo XI, el papa Urbano II anima en
Clermont a que los caballeros cristianos se armen contra el infiel y participen
en la Cruzada para salvar el sepulcro de Cristo de la humillación. Por las
mismas fechas, el joven Guillermo de Poitiers, duque de Aquitania, comienza a
dar lustre a la espada, a la verga y a la pluma.
La moda de la época tira del lado de lo tremendo. Como dice sir
Thomas de Quincey, del 888 al 1111 se cultivó el arte del asesinato como nunca,
así como la arquitectura eclesiástica y los vitrales. Los clérigos triunfan con
sus sermones, herederos del milenarismo. Manejan como tema estrella el fin del
mundo. Señales no faltan: pestes, señores despreciables, hambrunas que
degeneran en el canibalismo, cometas, invasiones de infieles, avaricia… En
cuanto falta la lluvia y la tierra deja de dar alimento, los campesinos,
desamparados, se entregan al primer tiñoso con alucinaciones marianas o
cristológicas. La Cruzada convocada en 1095 por Urbano II se convierte para los
desgraciados en una salida de emergencia que desemboca casi siempre en la
muerte. La mayor parte de la turba de mendigos perecerá en el trayecto, así
como los judíos y musulmanes que se cruzan en su camino.
No extrañará, por tanto, que los relatos de mayor éxito sean los
basados en el Apocalipsis: la tierra parece hundirse bajo la amenaza de los
infieles, de la anarquía, de la depravación feudal y del hambre.
Que Guillermo de Aquitania se descubra tan alejado de mesías
pandilleros, de predicadores, de santos vivientes y de otros iluminados no responde
a la corriente tenebrosa de la Baja Edad Media. La voz lúbrica de Guillermo
surge, disonante, entre el fragor de trompetas y gusanos: no apabulla al oyente
con las maldiciones que le esperan más allá de este mundo terreno, ni busca
espantar a los fieles para someterlos al dominio de la Iglesia.
Guillermo y sus camaradas trovadores se empeñan en elaborar un
filtro de amor contra el Apocalipsis, al margen de las modas de clérigos y
profetas. La vida del primer trovador es una lucha feroz contra la marea de la
sangre y el crucifijo. Se rebela contra el poder que él mismo ostenta, enloquece,
y busca en la mujer y en la poesía lo que intentan usurparle los obispos y la
espada.
En estas líneas, tan
mentirosas o tan verdaderas como La divina comedia de Dante, se narra un viaje
a los infiernos y al paraíso. En Te negarán la luz, Guillermo no está solo,
pero le falta un Virgilio y le sobran beatrices. Nuestro héroe no se adentra en
territorios fantásticos abonados por la teología, sino en Poitiers, en Tolosa,
en Constantinopla, en Jerusalén, en Zaragoza, en Córdoba, en Sevilla… Recorre
el mundo terreno en pos de la luz.
Si el buen tino os conduce en la lectura, hallaréis en esta
historia al hombre tan vestido como lo abriga y lo desnuda el mundo. A
Guillermo de Aquitania, el primero de los trovadores, rodeado de los monstruos
que abrazan al poderoso y embriagado por los placeres que destila la vida. Un
caballero del siglo XII sometido a su
circunstancia. Intentar desembarazarse de ella siempre conlleva una digestión
de piedras.
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