martes, 25 de febrero de 2014
"Los placeres y otros fluidos": "Morfina en los bares"
Se deshace el tiempo y los hielos en los licores
que las camareras sirven con palabras refrescantes.
En el aroma distendido de una barra sin espinas
se llegan a tratar asuntos decisivos:
la vida y sus misterios,
el hombre y sus caprichos,
la hembra y sus deseos.
En las tardes y noches de plácido letargo
los socios de bar
animan a los negocios
más intrascendentes.
Se abren las puertas de una vida sosegada,
entre vapores de cerveza y bolas de cristal,
espumados por la conversación
que se regenera a sí misma,
como un hígado de aventura
que te coge de la mano
y te conduce a los paraísos más inciertos.
Hierve el cerebro entre pensamientos sabrosos,
escucho las voces de mis socios de barra
y me alegro de estar vivo,
me recreo en la espuma de las ideas
disparatadas,
en la elección de canciones
que erizan las burbujas de los hielos.
Se anima la concurrencia
y nosotros con ella,
abrimos un espacio para la risa y el júbilo.
Atrás queda la rancia espina de la vida,
colgada sobre los despachos
y los archivos de ordenador,
la alejamos con un sorbo de ginebra
y la disipamos con un trago de camaradería.
A veces las juergas son más escandalosas
y aparece el rubio manjar de la evasión,
desaparece hasta la piel que nos destruye
y vemos nuestras arterias palpitar
como torrentes
hasta ahogarnos de inconsciencia.
Al día siguiente uno no recuerda nada,
la piel vuelve a tapizar nuestros cráneos
de crápulas
y nos ofrece el papel para contar... qué.
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