Las horas avanzan a latigazos
sobre unos días sembrados de cristales.
En cada chasquido saltan jirones de piel
y se abren heridas de amargura insoportable.
¿Quién ha pagado al tiempo para imponer
este castigo indecente y gratuito?
¿Qué animal perverso se recrea
con el sufrimiento a que nos abocan los años?
Un cómitre salvaje revienta las espaldas del galeote,
al golpe de la vejez sigue el de la enfermedad,
luego el de la agonía, y se detiene en su violencia
para que la muerte se transforme en sosiego,
para que el último estertor se convierta en un martirio deseado.
Cae el cuerpo al suelo y se desangra rasgado por los vidrios,
en un rodar de labios deshechos.
¡Goza, hijo de puta, con tu obra,
complácete con nuestra derrota!
No hay comentarios:
Publicar un comentario