Después de una travesía infernal de una semana por los Pirineos, en la que me he salvado por la buena voluntad de mis compañeros de peripecia, medio vivo y sin pies, continúo con la exposición del estudio de David Arona sobre mi novela, "Criaturas del Piripao". En esta ocasión, (sexta entrega), se trata de un análisis de los personajes.
I. EL CONTENIDO. EL SIGNIFICADO.
II. 1-. Los personajes.
El personaje de Suero Láinez tiene un transfondo quijotesco. Suero quiere ser cronista y Don Quijote, caballero andante. Ambos son hombres entrados en años, aquejados por estos, que buscan una motivación extra en sus sueños y para ello se abocan a una realidad que ignoran, con la candidez de un niño. Ambos desean la fama: Alonso Quijano es un hidalgo que se ve como caballero; Suero es un trovero paniaguado que cree que alcanzará la gloria y la fama como cronista al servicio de un importante señor.
El choque con la realidad brutal de los SSOO tiene efectos diversos en ambos personajes. Don Quijote a cada golpe se levanta y sigue luchando. Suero, tras la primera lluvia de verduras que sufre en la plaza de Almente, cree, abandonándose, en el amor al prójimo de fray Berto y en la nobleza de Don Alvar. Ve en él la posibilidad de crear su crónica entorno a su figura. Confía en esa realidad exterior para dar sentido a su existencia y la realidad le responde literal y metafóricamente con la sodomización, la humillación y el abandono. La colisión con el comportamiento extravagante del noble y completamente aberrante del cura lo precipitarán a la compañía de cómicos de la legua, donde definitivamente pierde el juicio. Don Quijote también idealiza la realidad y convierte lo inanimado en animado (molinos en gigantes), lo animal en humano (los rebaños en ejércitos) y lo plebeyo y rústico en noble (Aldonza en Dulcinea, ventas en castillos…) y la realidad exterior lo golpea hasta despertarlo de su sueño y llevarlo hasta el escepticismo. En ambos casos, una lección. La felicidad no se halla en el exterior, pertenece al ámbito de lo íntimo, reside en la manera de interpretar, asumir y encarar la realidad.
Suero Láinez tiene una personalidad líquida, camaleónica. Si Don Quijote en la primera parte diseña y adapta la realidad a su delirio caballeresco, Suero opera de manera contraria: se adapta al medio, hasta un punto tan desaconsejable que es incapaz de dar una negativa. Por ello, Don Alvar primero y fray Berto después lo llevan al límite, destruyendo la poca voluntad que le restaba al entrar en la villa de Almente. Como señala el narrador: “No era capaz de defraudar a nadie”, mala brújula para navegar en esta jungla. Miedo a los demás, pánico al público, necesidad de agradar a sus semejantes y ser útil. Al final, desea ser como las mulas y no sentir.
Suero, sobre el servicio a Fray Berto, Don Alvar y los cómicos sigue el esquema del personaje picaresco, pero curiosamente evoluciona de manera opuesta a Lázaro, Pablos o Guzmán de Alfarache. A cada golpe de la realidad, en lugar de aprender, se deslíe, se disuelve y naufraga en las aguas de un mundo que no entiende. Es el antipícaro. Más inocente e indefenso cuanto más lo golpea la fortuna adversa. Su pérdida de importancia en la historia es inversamente proporcional al crecimiento de Mencía y la comunión final esta repleta de simbolismo: supone la rebelión moral de los débiles, de las víctimas, pero sobre todo de la inocencia y de la dignidad.
Olá! Você tem um site interessante. É bom para visitar aqui.
ResponderEliminarMe alegra que le guste mi blog, espero no defraudar su interés.
ResponderEliminar