He estado llorando toda la tarde, no es broma, toda. Y no estoy contento de contarlo, no. Porque hablar demasiado de uno mismo es estomagante, incluso para uno mismo. Son inevitables e incluso necesarias, de vez en cuando, tardes de dolor, tardes para llorar las ausencias, son inevitables. Y sientan bien. Uno se desahoga, se desbrava, se desagua. Da igual hombre o mujer. Cuando uno quiere desaparecer, da igual, porque uno, a veces, quiere desaparecer, por mucho que Mujica dijera que estar vivo es una ocasión única (que tiene razón). Por mucho que lo dijera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario