Hoy he estado con Eva en el restaurante Santolina. Antes era El Chato, para nosotros un templo en donde rendíamos pleitesía a Dionisos sin reparar en otra cosa que no fuera el vino del Terrerazo y los manjares de Luisi. Pido el vino que le gusta, para acabarlo en casa. Comemos y bebemos como siempre, como antes, divinamente, aunque demasiado solos. Llegamos a casa y pongo la tercera de una serie polaca de cuyas dos primeras temporadas vimos y comentamos hace unos años. Me gusta hablarle y descubrir que ya se ha dormido, vencida por los chicos de la mañana. La serie nos atrae por sus ambientes cutres, por su humor negro y por sus personajes atiborrados de alcohol. Aún así duerme, le puede el sopor de la comida y el desgaste de las aulas. Luego veo un partido de fútbol femenino. No sé por qué. Sí, sí lo sé. Lo último que vimos en televisión antes de que se fuera fue fútbol femenino. Bebemos, vivimos, revivimos, dormimos, añoramos.
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