Soy mejor desde que ella no está y me duele. Soy más claro, más agrio, sí, pero menos imbécil, más ella. Ella, ella me ha enseñado, tarde, cómo beber de una fuente, cómo acariciar el cabello, cómo decir un no, cómo arrinconar a la soberbia, cómo llorar en público sin pañuelos, cómo no darse importancia, cómo vivir sin aspavientos. Soy mejor desde que no está, porque su ausencia me ha enseñado a renunciar a los espejos.
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