No sé si la ignorancia te hace más feliz, lo que sí sé es que te hace más ignorante. Es una obviedad palpable. La ignorancia no ayuda en nada, todo lo contrario. A algunos los lleva por el camino de la perdición, a otros por el del adocenamiento y, a los más, a ser víctima de cualquier mierda que se les ocurra a los poderosos para manipularnos. Al ignorante se le puede sujetar del ronzal y llevarlo para acá y para allá sin que el cafre se cuestione nada. Al ignorante se le puede convencer de cualquier cosa y es muy fácil inculcarle las ideas más simples y descabelladas. El ignorante no duda, porque no tiene opciones a las que engancharse. Si alguien con mala fe y cierto poder retórico, quiere convencer a un ignorante, le costará muy poco trabajo hacerlo, porque, entre otras cosas, pensar y valorar opciones es algo descartado por una mente vacía. ¿Por qué medran con tanta facilidad las idioteces y los convenciones que poco asiento tienen en la racionalidad?, porque son de fácil digestión y porque hay una masa ignorante que no se los cuestiona en ningún momento.
Actuamos por imitación, es una característica animal y muy acentuada en los primates. Solo los humanos (no todos) somos capaces de evaluar nuestros comportamientos y valorar racionalmente (a partir del conocimiento y la voluntad) si nos convienen o no, pero es una labor ardua. Pensar conlleva conocer y conocer conlleva el trabajo de formarse, de ir deshaciendo nuestra ignorancia, poco a poco, muy poco a poco. A los alumnos adolescentes les cuesta mucho argumentar, elaborar textos donde se explique una postura o una opinión. A los alumnos adolescentes y a todo el mundo, porque implica pensar, un trabajo que acarrea pertrecharse de conocimientos, de instrumentos para llevar esa tarea adelante. Y esto, al principio es una tarea agria y de mucha dificultad. Poco a poco uno va descubriendo los placeres del conocimiento, pero muy poco a poco. Y también descubre que estos no siempre proporcionan felicidad, sino frustración y decaimiento. Con todo, el ser consciente es el que ha empujado al ser humano hacia el progreso, hacia el avance, hacia la civilización. Y también, a veces, a la condición de Ramón Tamames. ¡Qué paradoja!
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