Yo soy todavía un nosotros. Hablo de música brasileña, "a Astrud Gilberto la vimos nosotros..."; viajo a lugares ya visitados, "en Bilbao teníamos nosotros el hotel..."; como en restaurantes de Asturias, "aquí nosotros pedimos un cachopo enorme..."; veo Ser o no ser, "esa la vimos nosotros en La Latina..."; visito el Museo del Prado, "el Jardín de las Delicias lo descubrimos nosotros cuando..."; saboreo un vino del Terrerazo, "ese lo bebíamos nosotros..." Yo soy todavía un nosotros y no me duele, todo lo contrario. Me acompaña a los lugares más insospechados, hasta donde nunca estuvimos. Yo soy todavía un nosotros, y no me empacha, porque no recuerdo cuándo yo era un yo. Quizás siempre fui un nosotros, quizás nunca yo fui un yo hasta que no estuvo ella, quizás. Por eso se me hace imprescindible llevarla de viaje, sentarla a mi mesa, señalarle un paisaje, comentarle la escena de una película o de una obra de teatro, invitarla a un vino... Porque sin su compañía, sin mi nosotros, no sé si sabría hablar, no sé si sabría apreciar el sabor de la realidad. Yo soy todavía un nosotros, pese al tiempo transcurrido, pese a los hospitales, pese a los sueños macabros, pese al espejo vacío, pese al silencio. Soy un nosotros, y no deliro.
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