Septiembre de 2019. Un grupo de científicos chinos, asesorados por miembros del grupo de enfermedades biológicas de Moscú, están adulterando la materia genética del pangolín, especie endémica de algunos países orientales y que ha demostrado ser un campo muy fértil para la experimentación biológica. Uno de los pangolines sometidos a operaciones e inoculaciones de todo tipo escapa del centro y un cazador furtivo lo fulmina a las afueras de Wu Han. Se averigua con posterioridad que en esta cacería han participado uno de los hombres más buscados de Abu Dabi y el rey emérito de España, Juan Carlos I. No se sabe quién disparó al animal con seguridad, pero se supone, por lo certero del disparo, que fue uno de los dos. La pieza se exhibe durante unas horas en el palacio de uno de los empresarios chinos más ricos de la comarca y, al parecer, la pieza fue robada por traficantes de carne de pangolín que operan habitualmente en ese territorio. En el mercado donde se vendió la pieza, comienzan a aparecer los primeros síntomas de lo que luego se llamó COVID 19. Aunque se intenta ocultar la pandemia, toda China entra en alarma y se confina a gran parte de la población. Poco más tarde, la enfermedad se propaga por todo el mundo. Bill Gates, Amancio Ortega, el propio rey emérito, Florentino Pérez y otros miembros prestigiosos de los hombres más ricos del mundo se interesan por la pandemia. Urden un plan para hacerse más ricos de lo que ya son y convocan a los malvados dueños de las farmacéuticas de todo el mundo. Los científicos que trabajan para ellos les confirman que la pandemia no se va a a extender a menos que no se utilicen medios artificiales para ellos. Los líderes reunidos acuerdan lanzar satélites con el virus, así como aviones que dejen un rastro de lefa de pangolín que contamine a todo el mundo. Lo que no imaginaban es que esta alteración de la naturaleza va a provocar una tormenta de nieve en España, inundaciones en Europa, incendios terribles en Grecia, Australia, Estados Unidos, Portugal e Italia y la erupción de un volcán en la isla de La Palma. En África y Asia los desastres no se sabe si son debidos al nuevo virus o al comportamiento habitual del tercer mundo. Después de muchas investigaciones, los estadistas llegan a una conclusión: nadie los va a relacionar con estos hechos y, además, las empresas farmacéuticas han elaborado un suero para idiotizar a toda la población mundial (bueno, al tercer mundo, no, no les interesa). El rey emérito está empeñado en que incluyan en las dosis de las vacunas un componente que haga olvidar a la población las tropelías de la Casa Real. La empresa Astra Zeneca se presta a ello, pero las demás son algo reacias a inocular este componente por miedo a lo que el olvido pueda provocar en la población, por ejemplo, que se rijan por sus propios instintos y no por los convencionales. Comienza a ceder la pandemia y los magnates quieren un poco más de beneficio. Lanzan sobre Sudáfrica una variante de lefa del pangolín y consiguen, de nuevo, alertar a todo el mundo. Esta vez, en las vacunas propuestas, el rey emérito ha conseguido que se incluya un componente que provoque, a los españoles, olvidarnos de todo lo que ha ocurrido en nuestro país desde 1992. ¡Viva Curro!
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