Hoy, en la sala de profesores de mi instituto, he descubierto con inmensa alegría que encima del árbol de Navidad hay un retrato del rey emérito. Este sí que nos representa y no el otro. Me ha llenado de satisfacción comprobar su buena salud y su campechanía, su habilidad para moverse en los ambientes más oscuros y su media sonrisa de bobalicón lujurioso. La verdad es que la fotografía del elefante no le hacía justicia, la que tenemos en nuestro centro sí, aunque acompañado de alguna de las rubias con las que confraternizaba tampoco habría estado mal. Queremos que vuelva, queremos que esté con nosotros, queremos que se una a nuestra no Navidad, a nuestra no comida, a nuestra no fiesta. Solo él puede salvarnos de la frustración con la que Ómicron nos ha bendecido. Por favor, Juan Carlos, si amaneces por nuestros lares, pásate por Iniesta, no está muy lejos de Albacete y nos harías muy felices. No somos monárquicos, pero sí, estrambóticos. Esta es mi carta a los Reyes Magos.
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