Los usos lingüísticos de una comunidad son muy útiles para explicar los engranajes internos de nuestro pelaje. La tendencia a la simplicidad nos convierte en individuos que necesitan un "en plan..." para salir con presteza del paso. El gregarismo esnob nos empuja a "poner en valor" nuestras declaraciones para que parezcan más sesudas; "con lo cual" conseguimos un discurso vacío de contenido, pero hinchado de pedantería. A la sociedad del aluvión informativo y del empacho de interacciones informáticas nos priva "empatizar" con todo quisque y aparentar que "visibilizamos" a las minorías y a los marginados. Y si, de paso, en nuestros perfiles sociales citamos a Cervantes, sin saber que estamos atribuyéndole palabras de Marino Lejarreta, qué importa. Es el lenguaje de las apariencias, como siempre, el de los "horteras" que, ansiosos por imitar a nuestros modelos (de mayor rango social y escaso calado intelectual) caemos en la vulgaridad de sus usos y, lo que es más anodino, de sus costumbres.
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