El chico de Chaplin, 1921. Lo vimos hace dos semanas mis chicos de 1º de ESO y yo, entusiasmados, enternecidos, sonrientes. Ronaldiño disfruta viendo cómo Charlot burla a los incluseros, Kaoutar casi llora con la ternura del padre adoptivo y el hijo adoptado, a Maati le caen lágrimas de risa con la persecución del policía... Hace cien años que se estrenó, me enteré de esto una semana después de verla en clase. Animado por mi amigo Javi, quien todos los años utiliza Tiempos modernos para mostrar las miserias de las sociedades industrializadas, me atreví con Chaplin. Era un experimento. Quería descubrir si una película muda, en blanco y negro, de hace cien años, podría despertar el interés de chicos de doce años con el rumbo torcido. Y sí, la respuesta fue mucho más satisfactoria de lo que imaginaba. Charlot conecta con ellos sin que el tiempo haya hecho mella en su discurso ni, lo que es más difícil, en su humor. A veces lo moderno tiene cien años y lo antiguo tan solo unos días. El arte verdadero, los auténticos clásicos son mucho más actuales que los youtubers.
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