El pelo ensortijado de Adriss y su cómico rostro me recordaron a los personajes de Pasolini. Se quedaba sonriendo en mitad de la frase, con el plano detenido, como si lo hubieran sacado del Decamerón para contar, no una historia erótica, sino su miserable periplo por tierras de Canarias, Andalucía y Castilla. Hasta el cuento de sus desgracias en la patera lo intercalaba con estampas de una sonrisa inocente y cariada. Detenía el gesto en una breve pausa para digerir las penas sin tanta gravedad.
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