Algo ligero para hoy: soneto 66 de Shakespeare.
No sé inglés y me lamento, sobre todo desde que disfruté buenas traducciones del bardo. Si tanto me ha dado este autor, entrampados sus versos por la traslación a otro idioma, qué no habría extraído de su lengua original.
El soneto 66 es una voz desgarrada, muy próxima, agotada (aunque no del todo) por la infamia del mundo.
Fue traducido y utilizado por todo tipo de ideologías y es un bálsamo (aunque no lo parezca) contra la desesperanza. Qué mejor momento que este, para saborearlo (traducción de Mariano de Vedia Mitre):
Harto de todo imploro en paz mi muerte,
el mérito a ser pobre destinado,
y ostentosa la nada más inerte
y el limpio juramento quebrantado
y el honor arbitrario conferido,
la pura virtud prostituida
y lo correcto vilmente escarnecido
y la fuerza por mancos impedida
y el arte amordazado por quien manda
y la memez, maestra del talento,
y la lealtad, llamada ingenua y blanda
y el justo bien sujeto al mal violento.
Harto de todo, el mundo yo dejara
si muriendo a mi amor no abandonara.
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