Cambiad "ca" por "perra", "tudesca" por "alemana" , "floresta" por "pinar" y "celada" por "codo" y saborearéis unas coplas épicas que recogen un suceso, si no de gran trascendencia, sí verídico en todos sus puntos.
Paseaba la floresta,
amena y bien sosegada,
con mi hermosa can tudesca,
no muy lejos de Sinarcas,
cuando, al fondo del camino,
vi dos fieras alimañas:
una, podenca de libro;
la otra, mal encarada.
La peor se vino encima,
con carrera muy enconada.
Yo, asustado, vi salida
en una piedra afilada.
La recogí con presteza,
la tudesca se cruzaba,
le pisé la pata entera,
el fiel animal aullaba,
aparté mi zapatilla,
me enredé con su quijada
y una pirueta maldita
dio con mi cuerpo en la grava.
La fiera vio mi torpeza
y casi desternillada,
puso fin a su carrera,
dio media vuelta y a casa.
Y mientras tanto, yo peno
con la mano desollada,
el dedo pulgar moreno,
y un rascón en la celada.
Los ojos de la tudesca
también ríen con canalla:
"Si este es el que gobierna,
me voy con las alimañas".
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