sábado, 7 de septiembre de 2019

"Cervantes proverbial" por Yolanda Gándara


Resulta curioso que una de las frases más célebres atribuidas a don Quijote, «Ladran, Sancho, luego cabalgamos», no aparezca, ni de esta forma ni parecida, en la obra de Cervantes. La cita apócrifa parece tener su origen en un poema de Goethe. 

Cabalgamos por el mundo
en busca de fortuna y de placeres
mas siempre atrás nos ladran,
ladran con fuerza…
Quisieran los perros del potrero
por siempre acompañarnos
pero sus estridentes ladridos
solo son señal de que cabalgamos.

De los últimos versos surgiría el dicho, al que en algún momento se añadió la palabra «Sancho», probablemente por el hábito de recurrir al Quijote como fuente de sentencias, y se popularizó esta fórmula ya en el siglo XX.

Dejando a un lado la anécdota, Cervantes muestra auténtico deleite en los refranes. El Quijote no solo recoge una gran cantidad de ellos de diversos temas y orígenes (bíblicos, de tradición oral…) y en todas las formas imaginables (truncados, hilados, trastocados, etc.), sino que aporta definiciones e instrucciones de su uso correcto y moderado, de tal modo que conforma un manual de este tipo de expresiones, la mayoría de las cuales siguen vigentes en el habla actual, sin duda gracias a la difusión de la propia obra. Así, Cervantes vive en nuestra lengua como nuestra lengua vive en Cervantes.
La mayoría de estos dichos son puestos en boca de Sancho, convirtiéndose esta forma de expresarse en un rasgo de su personalidad y un atributo de clase. Aun adjudicando en su mayor parte el uso de refranes a los iletrados, Cervantes reivindica su valor como transmisores de la erudición popular a través de don Quijote, expresado en una de las sentencias más reiterada: la experiencia es la madre de todas las ciencias.

Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas.

Es la medida y la oportunidad del uso lo que diferencia al caballero del escudero. Las retahílas de refranes pronunciados por Sancho, que exasperan a don Quijote, son un recurso cómico que Cervantes utiliza en varias ocasiones. En el capítulo II-XLIII, en el que podemos encontrar un interesante diálogo sobre el poder del vulgo sobre la lengua, se produce un debate que pone de manifiesto la pugna entre la locuacidad de uno y la mesura del otro.

—También, Sancho, no has de mezclar en tus pláticas la muchedumbre de refranes que sueles, que, puesto que los refranes son sentencias breves, muchas veces los traes tan por los cabellos, que más parecen disparates que sentencias.
—Eso Dios lo puede remediar —respondió Sancho—, porque sé más refranes que un libro, y viénenseme tantos juntos a la boca cuando hablo, que riñen por salir unos con otros, pero la lengua va arrojando los primeros que encuentra, aunque no vengan a pelo. Mas yo tendré cuenta de aquí adelante de decir los que convengan a la gravedad de mi cargo, que en casa llena, presto se guisa la cena, y quien destaja, no baraja, y a buen salvo está el que repica, y el dar y el tener, seso ha menester.
—¡Eso sí, Sancho! —dijo don Quijote—. ¡Encaja, ensarta, enhila refranes, que nadie te va a la mano! ¡Castígame mi madre, y yo trómpogelas! Estoyte diciendo que escuses refranes, y en un instante has echado aquí una letanía dellos, que así cuadran con lo que vamos tratando como por los cerros de Úbeda. Mira, Sancho, no te digo yo que parece mal un refrán traído a propósito; pero cargar y ensartar refranes a troche moche hace la plática desmayada y baja.

Este enfrentamiento es recreado en otros pasajes similares e incluso tiene parangón en un diálogo entre Sancho y su mujer en el que este es el que reprende la verborrea de Teresa.

En el repertorio de paremias del Quijote podemos encontrar versiones truncadas, en las que el refrán se insinúa con cierta retranca. En el capítulo II-LXXI Sancho dice «no se toman truchas… y no digo más» como alusión a un refrán muy popular que aparece también en la Celestina: No se toman truchas a bragas enjutas y que tiene un significado similar al moderno El que quiera peces, que se moje el culo. La misma fórmula utiliza en el capítulo I-XLV: «pero allá van leyes… y no digo más» en referencia a Allá van leyes, do quieren reyes, refrán que Cervantes utiliza en varias ocasiones y que viene a decir que los poderosos acomodan la ley a su conveniencia. Curiosamente aparece con otro recurso cómico, la alteración del orden de los elementos: «allá van reyes do quieren leyes» en boca de Teresa (II-V). Un caso parecido es la transformación que, con afilada ironía, Cervantes hace del refrán La mujer honrada, la pierna quebrada y en casa, que en boca de Sancho se convierte en El buen gobernador, la pierna quebrada y en casa (II-XXXIIII). Estos retruécanos humorísticos permiten al autor hacer una crítica solapada.

Sancho llega a hilar refranes trastocados de modo que produce un efecto cómico acumulado: «Y advierta que ya tengo edad para dar consejos, y que este que le doy le viene de molde, y que más vale pájaro en mano que buitre volando, porque quien bien tiene y mal escoge, por bien que se enoja no se venga» (I-XXXI). El primer refrán es bien conocido y Cervantes lo usa en dos ocasiones con la inclusión del insólito buitre. El segundo es una transfiguración de Quien bien tiene y mal escoge, por mal que le venga no se enoje.

También hallamos versiones extendidas, como En otras casas cuecen habas, y en la mía a calderadas, en la que la adición «y en la mía a calderadas» señala lo que podríamos llamar «la viga en el propio ojo», proverbio este, el de la paja en el ojo ajeno, de origen bíblico que también encontramos en el Quijote así formulado El que vee la mota en el ojo ajeno, vea la viga en el suyo (II- XLIII). 
Cervantes utiliza numerosa técnicas para narrar, caracterizar e ilustrar mediante los refranes y los va insertando en mayor cantidad según avanza la historia (la proporción es mucho más abultada en la segunda parte), como si fuera sintiéndose más cómodo con esta forma de hacer hablar a sus personajes. Tanto explícita como implícitamente, el Quijote es una lección magistral sobre su empleo.

Además de recopilar refranes, algunas frases del Quijote se han convertido en sentencias. Una de las más célebres es Con la iglesia hemos topado, que proviene de lo dicho por don Quijote al encontrarse con este edificio buscando el palacio de Dulcinea.

Guio don Quijote, y habiendo andado como docientos pasos, dio con el bulto que hacía la sombra, y vio una gran torre, y luego conoció que el tal edificio no era alcázar, sino la iglesia principal del pueblo. Y dijo:
—Con la iglesia hemos dado, Sancho.

Mucho se ha escrito sobre si la frase original encierra o no doble sentido. Como quiera que fuese, el vulgo la ha transformado con el ligero matiz semántico que aporta «topar» frente al más inocente «dar» para hacerla más contundente y apropiársela. Así, Cervantes vive en nuestra lengua… y no digo más.

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