En una serie americana de televisión ambientada en los sesenta, una madre le enseña a su hija de ocho años cómo pintarse los labios. Unos padres de Asturias viajan a Madrid para que su hija de ocho años vea el musical El rey león. Un sábado cualquiera, en cualquier ciudad de la geografía occidental, unos padres llevan a sus hijos de seis a doce años a pasar la tarde a un centro comercial. En un pueblo de Albacete, una madre lleva a su hija de ocho años a la presentación de la reina y damas de honor de las fiestas. En abril, en un pueblo cualquiera de Europa, África o Sudamérica, un padre enseña a su hijo de ocho cómo se golpea un balón con el empeine. En julio, una familia madrileña con dos hijos de seis y ocho años veranea, como todos los años, en Cullera. El 15 de agosto, en un pueblo de Valencia, un padre lleva a sus dos hijos de ocho y diez años a ver una corrida de toros. El 12 de septiembre, una madre de Madrid lleva a su hija de ocho años a un colegio de monjas. En un pueblo de La Mancha, unos padres visten de nazarenos a sus hijos de ocho años y cargan las andas de un paso de procesión sobre sus hombros. En un pueblo de Ciudad Real, un padre le compra a su hijo de ocho años una escopeta y un pantalón verde y le enseña a cazar perdices. En julio, unos padres de Oñate llevan a sus dos hijos, de ocho y diez años, al homenaje de un etarra que acaba de cumplir condena. En Misuri, un padre y una madre llevan a su hijo de ocho años a la feria del rifle. En Alepo, un padre le enseña a su hijo de ocho años cómo se manejan explosivos plásticos. Hoy, en Ciudad Juárez, un padre viola a su hija de ocho años en su dormitorio al volver del colegio. En el Congo, una huérfana de ocho años acaba de ver morir a su madre de ébola.
lunes, 5 de agosto de 2019
Estampas familiares
En una serie americana de televisión ambientada en los sesenta, una madre le enseña a su hija de ocho años cómo pintarse los labios. Unos padres de Asturias viajan a Madrid para que su hija de ocho años vea el musical El rey león. Un sábado cualquiera, en cualquier ciudad de la geografía occidental, unos padres llevan a sus hijos de seis a doce años a pasar la tarde a un centro comercial. En un pueblo de Albacete, una madre lleva a su hija de ocho años a la presentación de la reina y damas de honor de las fiestas. En abril, en un pueblo cualquiera de Europa, África o Sudamérica, un padre enseña a su hijo de ocho cómo se golpea un balón con el empeine. En julio, una familia madrileña con dos hijos de seis y ocho años veranea, como todos los años, en Cullera. El 15 de agosto, en un pueblo de Valencia, un padre lleva a sus dos hijos de ocho y diez años a ver una corrida de toros. El 12 de septiembre, una madre de Madrid lleva a su hija de ocho años a un colegio de monjas. En un pueblo de La Mancha, unos padres visten de nazarenos a sus hijos de ocho años y cargan las andas de un paso de procesión sobre sus hombros. En un pueblo de Ciudad Real, un padre le compra a su hijo de ocho años una escopeta y un pantalón verde y le enseña a cazar perdices. En julio, unos padres de Oñate llevan a sus dos hijos, de ocho y diez años, al homenaje de un etarra que acaba de cumplir condena. En Misuri, un padre y una madre llevan a su hijo de ocho años a la feria del rifle. En Alepo, un padre le enseña a su hijo de ocho años cómo se manejan explosivos plásticos. Hoy, en Ciudad Juárez, un padre viola a su hija de ocho años en su dormitorio al volver del colegio. En el Congo, una huérfana de ocho años acaba de ver morir a su madre de ébola.
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