sábado, 14 de octubre de 2017

Viaje de "El País de los Estudiantes": sexto día (26-IX-2017); Praga, catorce adolescentes y Javi.


Recibimos a la mañana soleada en las calles de Praga. Atestada la plaza Wenceslao y aledañas, buscamos refugio en los callejones empedrados aún desperezándose del tumulto nocturno. El paseo con los chicos es sosegado y limpio, no siempre es así. Visitamos la ópera y acabamos cruzando el puente Carlos. Una noria de agua muy antigua y una pareja de japoneses colgados en una mesa sobre el río Moldava son buena imagen de los contrastes de esta ciudad: el turismo y la tradición compartiendo con mucha dificultad los espacios. 
Llegamos al muro de Lennon. Una pared pintada con colores estridentes (sinestesia) que atrae al turismo moderno, sobre todo al juvenil. Los chicos disfrutan dejando su impronta y fotografiándose con el grafitti. De fondo, un muchacho con sombrero interpreta canciones de John Lennon. Nos enteramos de que el beatle nunca tocó aquí, pero cualquier ocurrencia es bienvenida para la explotación escénica. Al fin y al cabo, en este muro solo se celebra la paz y la hermandad, podría haber sido peor. 
Nos dirigimos al barrio judío. También allí hacen negocio con sus singogas, incluso con sus cementerios, no podría ser de otra manera. En Occidente todo está a la venta y si por la calle deambulan miles y miles de turistas deseosos de comprar, ya sea un imán o un paseo entre tumbas, no hay que desaprovechar la ocasión. En la puerta de la sinagoga española, una estatua en honor al hombre desconcertado que presenta Kafka en sus ficciones nos hace pensar en el absurdo de la existencia. Tampoco el tiempo de la reflexión es muy largo: enfrente de la sinagoga, hay una taberna con cerveza de fabricación propia que sirve, y de qué manera, para aliviar el nihilismo. 
Comemos aún mejor que el día anterior. No me extraña que se haya convertido esta ciudad en peregrinaje de gastrónomos, más que de angustiados por la convención social. 
Por la tarde damos el último paseo del viaje: el teatro donde estrenó Mozart Don Giovanni; el mercado de las flores; el café Slavia, cargado de nostalgia y absenta; la ribera del río... Y como última parada la cervecería "U Fleku". Según reza en la entrada, abierta desde 1499, el año de publicación de La Celestina. Una típica cervecería centroeuropea con mesas largas, llena de centroeuropeos. Solo sirven un tipo de cerveza que compartimos con una pareja eslovaca que nos ha tocado en suerte. El camarero controla en un trozo de papel las cervezas que va tomando cada uno. A la pareja le marcan la décima raya. Se nota. Un acordeonista vestido de tirolés y con aire paquirrinesco toca canciones que muchos de los presentes cantan a coro. Disfrutamos del jolgorio checo, pero, no sé por qué (supongo que por empacho de cine bélico) me traslado al Berlín de los años 30. Ni estamos en Alemania, ni se celebra un acto político, pero la imaginación tiene estas malas pasadas. Nos despedimos de los eslovacos para cenar con los chicos. 
La despedida será en los sótanos de una pizzería. A veces te crispan, a veces te enfadan, a veces te sacan de quicio, pero siempre me quedo con el brillo de su mirada adolescente. Están expuestos al mundo y lo reciben con una pasión chispeante, desbordada, que todavía no saben encauzar (nosotros tampoco). La postal del museo de Kafka firmada por todos ellos con una frase de agradecimiento hace olvidar cualquier contratiempo, también ayuda el Becherovka. El regalo de la camiseta de Joseph K., el protagonista de El proceso, nos relaciona en el tiempo. Yo, a su edad, leía a Kafka con vicio. Los dieciocho años nos unen, aunque sea en la ficción del expresionismo. Los dieciocho y un salto el 20 de junio de 2017 en la sede de El País, que ojalá y hubiera servido para cambiar algunas de las tendencias ideológicas que están hundiendo el periódico. Javi, como siempre, el compañero generoso y de amplia bonhomía, me acompaña en estos gozos que, sin él, no tendrían tanto sentido.
Por cierto, voy a hacer la maleta porque mañana viajamos a Grecia con más chicos (por si alguien ha creído que no nos han quedado ganas).        

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