Hay días tapizados de aspereza,
días lóbregos que ensucian las venas
con hastío de otoño, de sangre
podrida por el tiempo y su indecencia.
Hay días tan húmedos, tan lánguidos
que nadie tiene aliento para hablarles,
días tan óseos, que nadie flexiona
sus horas ni retuerce sus mañanas,
sus tardes, sus ocasos.
Hay días como puños.
de labio partido
y mentón disuelto.
Esos días tan largos como ríos
que no desembocan nunca
que no sanan, no se secan,
no son músculo, ni caricia,
ni siquiera arrastran agua,
sino bruma.
Hay días que no son días,
solo llamadas eternas
de máquinas telefónicas.
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