En el siglo XII se inventó el amor o, como mínimo, el concepto actual del amor. Guillermo de Poitiers no era consciente de lo que fundó en sus canciones. Solo conservamos nueve de ellas, pero son buena muestra de lo que el primer trovador inició. En el siglo XII, por supuesto, a las mujeres no se las trataba como se plantea en la idealización de los trovadores. Ni mucho menos. La realidad era otra bien distinta. Por eso, la labor de estos artistas del concepto amoroso ("fins amor", "amor cortés") fue trascendental no solo para la literatura europea, sino para comenzar a cambiar mentalidades. El amor se proponía como un antídoto contra la muerte, que rodeaba al hombre medieval. El amor carnal, la fascinación por el cuerpo desnudo de la mujer, contradice de alguna forma el concepto platónico del amor cuyo objeto siempre era el hombre. No es casualidad que en el siglo XII aparezca el primer desnudo escultórico del cuerpo de una mujer desde los romanos. Es el tiempo en el que la literatura convirtió en caballeros a los guerreros, el tiempo de la persecución incansable de la rosa, de la pasión erótica, el único motivo que redime al hombre de la muerte inevitable.
No es casualidad que Guillermo, pese a no conocer la trascendencia de su labor, se enfrentara durante toda su vida con los obispos y con los papas. Las excomuniones que sufría podían ser por disputas territoriales, por el poder, pero sobre todo nacían del miedo al amor y a la literatura amorosa que comenzaba a poblar las cortes medievales de la Provenza.
Eros frente a Tánatos. La Iglesia siempre ha tenido en la muerte su principal aliada y con ella combatió al competidor que se cernía entonces y se cierne ahora como único rival de su dominio: Eros y su personificación, la mujer. Se tomaron medidas directas contra esta corriente erótica y se luchó contra ella (casi tanto como contra la mujer). Fruto de esta lucha fue la consideración de "loco amor" a la pasión carnal. El libro de buen amor, La Celestina y otras muchas obras geniales lo tienen como tema central, pero sus autores lo maldicen y hacen morir a sus personajes para que no caigan sobre ellos las maldiciones y los castigos de la Iglesia.
El erotismo surca los subterráneos de nuestra literatura, de nuestro mundo, a través de siglos y siglos de persecución. No se puede acallar a la fuerza que mueve el mundo, pese al trabajo incansable de las religiones monoteístas para silenciarla. Guillermo de Poitiers ha tenido, de momento, más éxito que el papa Urbano II, pese a que aún ellos conserven el poder y guardemos las apariencias y nos sintamos intimidados por los que adoran a la muerte y repudian el sexo.
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