Reviso por última vez la nueva novela que voy a publicar en marzo. Cepillo las superficies sin lustre; desbasto (que no devasto, o sí) los nudos más ásperos; suavizo las aristas, las redondeo; perfilo la filigrana más delicada; barnizo el estilo; vuelvo a cepillar las superficies sin lustre; desbasto los nudos; suavizo las aristas, las redondeo; perfilo la filigrana... y vuelvo a empezar. Mi frustrada pasión de ebanista me lleva a estos menesteres. Es posible que al final quede poca cosa, aunque el serrín siempre se aprovecha para calentarse uno.
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