Una selección de trabajos de Ramón Menéndez Pidal sobre la lírica medieval, precedida de un prólogo de Margit Frenk, estrena una colección titulada Filología: los Maestros. Los artículos, publicados entre 1919 y 1960, no solo rinden homenaje a un sabio inmenso fallecido casi a los 100 años, en 1968. Estos textos van más allá de la filología y su historia. Tratan de cuestiones eruditas, por supuesto, pero también de cuestiones de poética. Y esos problemas de poética no son meros refinamientos de estetas, sino que ponen en tela de juicio la propia historia de la civilización.
El gran combate que mantuvo don Ramón toda su vida fue el del tradicionalismo contra el individualismo. ¿Tradicionalismo? ¿Qué quiere decir? En este caso se refiere a la convicción de que la poesía de la Europa medieval apareció y se difundió por vía oral, como una poesía popular, mucho antes de que se recogiera en manuscritos. El individualismo, cuyo principal propulsor fue el francés Joseph Bédier, casi contemporáneo de Pidal, sostiene que es imposible seguir la pista de la poesía con anterioridad a los primeros textos conservados, elaborados a partir de cero por el genio individual de unos poetas y sabios que recurrieron a fuentes y modelos latinos.
La tesis de Bédier ya no tiene defensores. Eso no quiere decir que haya una claridad absoluta en el pensamiento de don Ramón, que cambió de opinión aunque no siempre lo reconociera, como muy bien explica Margit Frenk en este libro. Pero sus dudas son estimulantes: la duda entre el origen como anterioridad y como causalidad; entre lo tradicional y lo popular; entre el pueblo como conjunto identitario y como capa inferior de la sociedad.
En el centro de sus trabajos se encuentran dos elementos fundamentales que llaman especialmente la atención del lector actual. El primero es que la tradición lírica medieval más antigua es la de la canción de mujer, es decir, un poema amoroso en el que se oye la voz femenina o que canta al amor sentido por una mujer. Las canciones de mujer forman durante toda la Edad Media un contrapunto popular y arcaizante frente a la poesía del amor cortés creada por los trovadores de la lengua de oc. Un ejemplo son las cantigas de amigo gallegas.
El segundo es que los fragmentos líricos más antiguos que se conservan en lengua romance son los de la poesía árabe de Al Andalus. A partir del siglo XI, algunas jarchas (estrofas finales) de la poesía zejelesca están compuestas por citas de canciones mozárabes en lengua romance. Y son precisamente canciones de mujer. Sigue habiendo muchas incógnitas. ¿La poesía zejelesca se limita a incorporar versos en romance o sigue el modelo romance también en su estructura estrófica y musical? Pero la mera existencia de esas incertidumbres demuestra que don Ramón tiene razón al concebir esta poesía como europea, e incluso más, porque la poesía árabe tiene su propia influencia en ella. La circulación de sus temas y sus formas de una lengua a otra no tiene límites.
¿Puedo atreverme a añadir que, al buscar las fuentes antiguas y populares de la poesía medieval, Pidal cedía tal vez más de lo que pensaba al propio reclamo de esa forma literaria? Una poesía que dice salir de las profundidades del pasado, pero lo hace para jugar la baza de la sencillez arcaica frente a otra forma poética que representa la sofisticación aristocrática, en un contraste que realza cada una de las dos. ¿Simple, esta poesía? ¡Quizá, pero muy consciente de sus efectos!
Estudios sobre lírica medieval. Ramón Menéndez Pidal. Centro para la Edición de los Clásicos Españoles. Valladolid, 2015. 406 páginas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario