viernes, 26 de junio de 2015
Verano
La furia del sol
vuelve a asolar los campos,
los tejados,
el fondo de las arcas y los balnearios.
Nada queda del agua,
se perdió entre la calima,
entre los furores del fuego.
Nunca ha habido un verano como este,
ni nunca hubo un verano como el pasado.
Todos los veranos renuevan su manta de polvo
y la extienden sobre la arena calcinada
para que nadie pueda tumbarse sobre la tierra,
para que nadie pueda sujetar el tiempo por las crines.
Los veranos nunca son iguales,
pasan, como los días, como las minifaldas,
sin dejar aliento en el pecho,
apresando a los incautos
que miran al cielo
con la esperanza de detener las horas,
de eternizar el agua de la primavera.
Todo es sopor y brasas,
todo murria y esporas,
nada se detiene,
ni siquiera este bochorno de lanas
que parece anidar para siempre en el sudor de los muslos,
en el fin de los ventiladores.
Pasará,
como pasó la lluvia,
como pasaron los años de la infancia,
veloces,
ya casi inexistentes.
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