Cada año que paso en las aulas me sirve para ir aumentando mis dudas acerca de la labor del profesor y del misterio de la educación. No me queda ya ninguna de las certezas con las que comencé en este oficio. Y no creo que esto sea negativo, siempre he pensado que las dudas ante materias trascendentes deben crecer con los años y con su análisis.
Es evidente que una buena
preparación académica ayuda a transmitir conocimientos, que una prospección
adecuada del alumnado nos prepara para conocerlo mejor, que una exhaustiva
planificación de las clases las hace más fluidas, que una actitud serena ante
los desvaríos de los adolescentes nos acerca a ellos, que los consejos de
nuestros compañeros mayores son imprescindibles…, todo esto es una evidencia
palpable. Ahora bien, ¿qué sentido tiene transmitir todo ese cúmulo de
conocimientos que se desvanece al día siguiente del examen? ¿Por qué la
práctica educativa se dirige casi exclusivamente a engordar la memoria del adolescente
para exprimirla en un control o en una prueba de selectividad? Esto es lo que
me produce mayor desazón. Cada vez le encuentro menos sentido.
El fin último de la educación está pervertido y por
tanto pervertimos todo su proceso. Las clases se convierten en sesiones
tediosas que no sirven para formar a nadie, solo para engranarlo en la rigidez
absurda del sistema social. Los currículos que se nos obliga a seguir no tienen
ninguna flexibilidad. Los mismos alumnos no son capaces de transferir los
conocimientos de un área a otra porque nosotros mismos los convertimos en
materia rígida e intocable. Es curioso comprobar cómo a principio de curso los
alumnos se presentan expectantes para ver qué ocurre en las clases, pronto se
frustran y desaniman. No me extraña que muchos de ellos se rebelen contra
nosotros.
Solo tengo claro algo que
posiblemente se vaya oscureciendo el curso que viene: el poder, las
instituciones, las propias convenciones sociales gozan (gozamos) haciendo del
individuo su juguete, moldeándolo a su antojo y desmembrando todo lo que en él
pudiera haber de original, de novedoso, de creativo. El vértigo ante la
espontaneidad estrangula las escuelas. El objetivo que nos proponen es el de domesticar no el de educar.
Todo lo opuesto a este tipo de pedagogía.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=WcC4znsu2Ac
Buena reflexión Pepe. Un saludo
Gracias, Pedro.
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