jueves, 12 de febrero de 2015
Perdone...
Perdone, ¿no siente usted curiosidad por saber cuántos días le quedan? ¿No piensa cada noche en la muerte y en lo que será del mundo cuando no estemos aquí? ¿No le provoca escalofríos pensar en la eternidad, en desaparecer para siempre, en no ser? ¿No se remueve entre las sábanas, no se desvela con una obsesión que no le deja dormir: esa noche sin fin que nos espera a todos después de la vida? ¿No le inquieta que en cualquier momento, en cualquier lugar, pueda darle un ataque al corazón o pueda aplastarlo el camión que acaba de adelantar o que un fanático entre en el bar en el que suele tomar la caña y le vuele la tapa de los sesos con un subfusil? ¿No le espanta perder la seguridad de la tierra, caer en el abismo de la no consciencia, sentir el vértigo de la nada? O es posible que usted, para mí del todo desconocido, haya tenido una vida de perros, haya sufrido como un condenado a muerte, haya asistido a crímenes, tragedias naturales, tiranías, opresión, perversión, sadismo, y encuentre en la muerte una salida. Seguro que a usted no le despierta el sudor del sueño de la inexistencia, no cierra los ojos por la noche a causa de la angustia, sino porque le han sellado los párpados con el espanto.de la mañana. Usted deseará desaparecer, ser abrazado por el amor de la inconsciencia, en el regazo de la nada, donde se ahogará la sangre y se amordazará a los demonios. Usted no verá a la muerte como nosotros, no será la misma señora con agujeros en las manos, sino una doncella con morfina en los labios. Perdone, pero no sé quién es usted, no sé por qué me empeño en compartir mis experiencias creyendo que todos viven la vida que a mí me da miedo perder. Perdone por haberle molestado con mis impertinencias de burgués.
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