La religión, ese asunto tan “serio” que a menudo los cómicos evitan porque “la gente es muy sensible” es, justamente por eso, uno de los tópicos más apasionantes que pueden tratarse en un monólogo. Como ateo practicante, celebro cada intento de cuestionar la religión de forma seria a través del humor, delatando el fraude de ese invento tan antiguo, que aún tiene fuerza, seguidores y una casilla en la declaración de la renta.
Miles de explicaciones intentan justificar que haya tantas religiones y todas ellas sean respetables: es algo presente en todas las culturas, ayuda a la gente a soportar la dureza de la vida, forma parte de nuestra esencia interior, etc. Cuando uno se atreve a decir que cualquier religión es simplemente un cuento y una invención, algo obvio a poco que uno investigue el origen de todas ellas, parece que está socavando la integridad moral de todos los creyentes. Ser creyente es una especie de carta blanca que te permite no dar explicaciones por las flagrantes estupideces que salen de tus labios, no hacer transfusiones a tu hijo, creer que Dios te regaló un trozo de tierra, amputar el clítoris de tu hija, apedrear a una chica por ir con un tipo en un coche o llamar puta a la vecina del quinto. Ser creyente te permite mirar por encima del hombro a millones de personas que viven en pecado y no van a salvarse, aparte de considerar que el refrito de tus valores morales es mejor que el refrito de cualquier otra persona, especialmente si esa otra persona no cree en ningún dios. Desde los megalómanos faraones de Egipto hasta los zumbados aztecas, pasando por las Cruzadas, el fundamentalismo islámico y una serie casi infinita de religiones, siempre ha habido unos cuantos elegidos que habrían arrasado al resto de la humanidad sin piedad alguna, sabiendo que hacían el Bien. Desde luego, hay pocas que no lo hayan intentado. No hay ningún tipo de ateísmo que tenga la caradura de pedir esos u otros derechos por el hecho de no profesar ninguna creencia, y por supuesto no existe ningún estado con leyes que se lo permita.
Guste o no guste, esto se está terminando. Puede que sea así, en gerundio, es un proceso largo y no podemos permitirnos el lujo del participio, pero la ciencia, las comunicaciones, y el creciente espíritu crítico de una mayoría suficiente de cabezas pensantes acabarán con esta etapa supersticiosa y crédula del ser humano. Quizá no suceda en este siglo ni en el próximo, pero las horas están contadas, y en la parte que concierne a este blog, muchos cómicos, sobre todo americanos, llevan mucho tiempo metiendo el dedo en la llaga.
Justamente en Estados Unidos, ese país repleto de creacionistas afines al Tea Party, de antiabortistas asesinos, de retrasados con estudios que creen que Obama es el Anticristo y donde la frase “In God we trust” corona cada billete de dólar, se produce la mejor comedia antireligiosa del mundo. Para empezar, un “básico” que seguramente ya conozcan pero que no está de más repasar: George Carlin.
https://www.youtube.com/watch?v=s1MdRzZWQMo
Todos tenemos gente conocida, querida, que cree en cosas que nos parecen absurdas. Hay grandes peleas en torno al fútbol, a la política o al modo de alimentarnos. Al menos sabemos que, para bien o para mal, la política, el fútbol y el tofu existen. No ocurre lo mismo con la idea del “Más allá” que cada religión vende a sus fieles. En todo caso, y aceptando lo intangible de su pensamiento y de la irrefutable prueba interior que funda cada fe personal, uno tiene la sensación de que en el fondo del corazón de cada creyente hay una gran duda inasumible. Y a ellos, sobre todo a los más flexibles, a los que critican al Papa pero siguen yendo a misa, a los que detestan la condena del Vaticano al preservativo en África y apuestan por la religión de base y los misioneros, ignorando lo que hacen sus jefes en Roma, y en definitiva, a todos los que modelan una religión a su medida, va dedicado este fragmento de Doug Stanhope.
Todos tenemos gente conocida, querida, que cree en cosas que nos parecen absurdas. Hay grandes peleas en torno al fútbol, a la política o al modo de alimentarnos. Al menos sabemos que, para bien o para mal, la política, el fútbol y el tofu existen. No ocurre lo mismo con la idea del “Más allá” que cada religión vende a sus fieles. En todo caso, y aceptando lo intangible de su pensamiento y de la irrefutable prueba interior que funda cada fe personal, uno tiene la sensación de que en el fondo del corazón de cada creyente hay una gran duda inasumible. Y a ellos, sobre todo a los más flexibles, a los que critican al Papa pero siguen yendo a misa, a los que detestan la condena del Vaticano al preservativo en África y apuestan por la religión de base y los misioneros, ignorando lo que hacen sus jefes en Roma, y en definitiva, a todos los que modelan una religión a su medida, va dedicado este fragmento de Doug Stanhope.
Siguiendo con el entrañable Doug, añadamos este vídeo de apenas un minuto sobre el Papa, uno de los mejores gags que he escuchado en los últimos meses.
Hace poco se estrenaba The Master, una supuesta recreación de la vida de L. Ron Hubbard, padre de la Cienciología. Aparte de lo que les parezca como película esta historia de Paul Thomas Anderson, que tampoco ha querido hacer un trabajo exhaustivo ni documental sobre el tema, la trama se centra en un aspecto interesante: la creación de una nueva religión es algo muy complicado, que a menudo se confunde con la estafa. La Cienciología, que muchos llaman secta, cuando en el fondo cualquier religión es una secta venida a más, es otro cuentecito más, un nuevo fraude moderno. De ella, del cristianismo, de los mormones, y de muchas más cosas, nos habla Bill Maher, tal vez el cómico y presentador actual más concienciado con el tema religioso al otro lado del Atlántico. Cuando tengan tiempo, busquen su documental Religolous en Youtube. Mientras tanto, disfruten de estos seis minutos y medio de verdades como puños.
Sorprende, aun sabiendo que se trata de una minoría en su país, ver que el público aplaude y vitorea cada crítica a las religiones, cada referencia al sentido común. En España cada vez es más habitual tratar estos temas y sentir que la gente agradece cierta irreverencia, aunque habría que fletar cincuenta autobuses y hacer cinco castings para juntar a mil personas que reaccionaran así. Muy recomendables son también los grandes bloques de Rick Gervais, Bill Hicks, Dara O’Briain, Lewis Black y un largo etcétera de cómicos, sobre todo angloparlantes, que tienen por costumbre destripar las falacias de la religión. Y si reclaman algo más serio, lean Dios no es bueno, de Christopher Hitchens, o El espejismo de Dios de Richard Dawkins, tipos brillantes que no escatiman en sentido del humor. Hitchens, que murió hace poco más de un año, iniciaba una conferencia diciendo: “Ok, no sé si realmente me tomará diez minutos refutar la existencia de Dios”. Dawkins impulsó una célebre campaña a favor del ateísmo, colocando carteles en los autobuses del centro de Londres, con la frase que encabeza esta entrada del blog.
Criticar la religión puede ser incómodo, pero no es gratuito. Si algo ha caracterizado a las religiones a lo largo de la historia, es su odio al sentido del humor. Nunca te matan por llorar por algo, pero sí por reírte de ese algo. Está bien recordar que muchas religiones, cuando podían, cuando eran fuertes, exterminaban a quienes se reían de sus creencias. Y lo siguen haciendo en muchas partes del mundo. El resto viene con la sonrisa amable, con el chupito gratis de la caridad, con el flyer del amor al prójimo y el dos por uno de la Salvación, pero su local sigue lleno de represión, supersticiones y deseo de poder. Aprovechemos que ahora es nuestro turno, y consolémonos con el célebre “quien ríe el último, ríe mejor”.
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