No puedo estar más de acuerdo con usted. Los gemelos separados al nacer por fin se reúnen y, como de costumbre, comprobaremos que llevaban vidas paralelas sin saberlo: cuando uno se rompía una pierna, el otro también sentía dolor; ocuparon al mismo tiempo consejos de administración en empresas y bancos semejantes; adquirieron mansiones del mismo tamaño y con idéntico número de cuartos de baño; y hasta contrajeron parecidas nupcias y créditos al mismo interés gracias a los mismos facilitadores de contactos.
La idea es resplandeciente, desde luego. De Manuel Fraga se solía decir que le cabía el Estado en la cabeza. Ja, eso no es nada. A Felipe González le cabe, no ya el Estado, sino todo un imperio en la cabeza: la Gran Coalición, “ si España lo necesita”, claro está, porque el PSOE, ante todo, es patriota. El Number One y protomártir redentor (el que perdió su libertad para que la tuvieran los demás, como dijo una vez y lo repitió en una súper-chistosa entrevista en El País) tomará el pulso a la patria y él decidirá si España lo necesita o no.
Veo un nuevo renacer de España. Basta con modificar el escudo un poco para que tengamos el águila bicéfala del imperio. En una de las cabezas de águila habrá una rosa; en la otra, una gaviota. Qué maravilla. Y la corona imperial se repartirá entre dos, como en la antigua Roma: alguien del PP y alguien del PSOE. ¿Y el rey? Bueno, el rey se tendrá que sacrificar. Al fin y al cabo, como dicen los paletos con MBA, ya está amortizado.
¿No es la mejor solución? Pero a alguien se le tenía que ocurrir, ¿verdad? Y han sido esos dos cráneos privilegiados, Arias Cañete y González, los padres del invento. O quizá alguien tenía que tener la suficiente desvergüenza para decir la verdad.
El viejo emperador Bush solía afirmar que ningún americano decente necesita nada que no pueda comprar en un Seven Eleven. Pues igual, ningún español de bien (como diría Rajoy) necesitará a partir de ahora votar a ningún partido político que no forme parte de la Gran Coalición. Si quieres votar, pongamos, al PCE, vete al extranjero, que tú eres de la cáscara amarga y la anti-España.
¿No es sencillamente genial?
Antonio Orejudo afirmaba que las elecciones son como la Liga de fútbol. En ese caso, ¿quién en sano juicio no votaría por la selección española? Alineará a lo mejor (o menos putrefacto) del PP y del PSOE. Zaplana y Leire Pajín cogidos de la mano; Wert y Elena Valenciano, del bracete; Zapatero y Esperanza Aguirre, amarraditos los dos; María Dolores de Cospedal y Eduardo Madina, amartelados… ¿Qué más se puede pedir? ¡Todos con La Roja! ¡Oé, oé, oé! Todos bajo la bandera del águila bicéfala.
Se acabaron también las “listas cremallera”, ahora tendremos listas de doble botonadura, dos candidatos (chica y chico) cada uno de un partido.
Qué visión la de González. Si al fin y al cabo, sirven a los mismos amos, ¿por qué no unirse y resucitar el imperio español?
Tiembla, Europa, ¡que en España empieza a amanecer!
Por supuesto, habrá que hacer algunos ajustes. Las elecciones europeas ya no tienen sentido tal y como las conocemos. Habría que convertirlas en una Eurocopa o, mejor todavía, en otro festival de Eurovisión.
Tiembla, Conchita Wurst, muérete de envidia. Como presentemos en Eurovisión a Rita Barberá con barba postiza y a Rajoy vestido de Madonna (o quizá desvestido de Miley Cyrus)… ¡arrasamos!
¡Otro gran triunfo de la selección, La Roja, el PP-PSOE! Español... ¡casi ná!
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