viernes, 20 de diciembre de 2013

Crónicas desde la "indocencia" XIX: "El viaje a ninguna parte del interino viejo"

Fotografía de Juan Luis López Palacios

El viaje del interino a través de las profundidades océanas de los institutos de España es una experiencia que no tiene nada que envidiar a la de Miguel Strogoff o la de los cómicos de la legua. En un mismo año se pueden conocer tantos destinos, tantos compañeros distintos, tantos adolescentes desorientados que en junio, al final del periplo aparece una luz blanca que les indica la salida del túnel, como los moribundos que han podido contar sus experiencias sobre la proximidad de la muerte.
Les suele recibir en el centro un Jefe de Estudios estirado y con pocos escrúpulos que los arroja dentro de un aula donde los acechan 30 fieras voraces. Los muchachos esperan con avidez al nuevo, al que va a estar con ellos un breve tiempo y que no va a poder controlarlos como lo hacía el que los conoce de antiguo. Se frotan las manos, se afilan los colmillos y la baba les rebosa y cae barbilla abajo. Ni siquiera se tiene tiempo de preparar la materia ni de planificar la clase, todo es precipitado y caótico. En un mismo curso un interino puede pasar por todos los niveles educativos posibles, puede haber intentado sanar la locura de muchachos de 12 años y haber sosegado la angustia del preuniversitario de 18. Nadie tiene compasión de ellos, es más, el Jefe de Estudios que los lleva hasta el aula y los introduce en ella goza con sadismo de su indefensión.
Al cabo de 30 días o con suerte después de 4 meses se va del centro sin apenas haber conocido a sus compañeros, sin apenas haber tenido contacto humano, si no es el de las dentelladas de los alumnos que muerden sin compasión la pieza tierna. Magullados y sin ninguna caricia abandonan el instituto, la ciudad donde han vivido uno o varios meses a lo sumo y salen hacia un nuevo destino donde los tundirán como a cuero sin curtir.
El problema es que ahora, en estos tiempos de miserias, los interinos ya no son muchachos y muchachas imberbes, recién salidos de la universidad y con toda la energía paciente para aguantar estos vaivenes, no. En estos años, los interinos son gente ya granada, con años de experiencia a sus espaldas, que se ven de nuevo, como el cómico viejo, arrastrados por los caminos, de feria en feria, para que los paisanos descarguen sus frustraciones o sus pocos años sobre ellos. Y a veces, aunque el Jefe de Estudios sea un personaje estirado y con pocos escrúpulos, se le despierta una cierta misericordia al verlos partir con la cabeza gacha y la maleta reventada por el traqueteo del viaje.  

2 comentarios:

  1. Muy interesante tu artículo, estimado compañero. Incontestable en todas sus argumentaciones y puesta en escena nominal. Agradecerte, sin embargo, que no hayas sido tú precisamente ese jefe de estudios con "pocos escrúpulos" sino todo lo contrario, un gran compañero que en todo momento me ha ofrecido su apoyo y absoluta comprensión. Te recordaré siempre con absoluta estima. Espero que el camino nos ofrezca nuevas ocasiones de encuentro. Hasta entonces, te deseo todo lo mejor en tu trayectoria profesional, literaria y vital. Abrazos para ti y para las entrañables personas que componen el departamento de Lengua del IES Diego Torrente,

    J. Miguel Giner

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  2. Muchas gracias, Miguel. Sí que es una lástima que no nos hayamos podido conocer mejor ni haber podido tomar unas cañas juntos. Espero que te vaya muy bien allá donde te alojen. La precipitación y las obligaciones de este oficio ya sabes que nos impiden a veces disfrutar lo importante. Un abrazo.

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