En las juntas de evaluación que se celebran cada trimestre en los institutos, se valoran las capacidades de los alumnos y se les da un número para que sigan avanzando en su progresión aritmética hacia la inclusión social o se despeñen en la nada del "no titulo", del "no saber qué hacer". Las juntas de evaluación son de esa trascendencia, deciden si el individuo es apto para seguir las pautas convencionales que marca la sociedad o, por el contrario, se dirige hacia un limbo en el que nada tendrá sentido, ni siquiera el hecho de que uno sea muy hábil con el trapecio. Todo se juzga allí, el futuro de las criaturas depende de la valoración que se dé de ellos en esas reuniones casi secretas que se convocan cada trimestre. Muchos alumnos esperan angustiados las decisiones que allí se toman, a otros, los desahuciados de los boletines de notas, les importa poco la solución final.
Aquella tarde se reunieron para hablar de las notas decisivas. Salieron a relucir las aptitudes de los alumnos y se les puso una nota final que acabaría con sus ilusiones o los pondría en la situación que todo buen ciudadano desea. El profesor de Matemáticas se soltó el pelo y habló sin tregua del alumno nº 2, de su familia, de la habilidad de la abuela para hacer pasteles de calabaza y de la mala cabeza de la madre por haber abandonado al padre en un rapto de pasión carnal. El profesor de Inglés tenía clase de "spining" y deseaba terminar cuanto antes la sesión para no perderse el culo de una nueva adquisición del gimnasio. El profesor de Lengua debía recoger a sus hijos de la clase de violín y tampoco le venía muy bien alargarse demasiado con las peripecias de la madre del alumno nº 2. Se intentó cortar la historia del profesor de Matemáticas, pero no se consiguió, la evaluación iba a extenderse hasta malograr la clase de "spining" y el profesor de violín volvería a poner mala cara. Cuando llegaron al alumno 32 todos estaban deseosos de terminar cuanto antes. La pasión de su padre por la metanfetamina y la inclusión de su abuelo en un programa de rehabilitación ya no captaban el interés de la junta de evaluación. La profesora de Ciencias Sociales había recibido un "watshap" hacía ya una hora para tomar café con las amigas y el profesor de Francés había perdido la ocasión de acudir a un curso de macramé que organizaba la Asociación de Punto de la Comarca.
Nadie pensaba ya en las calificaciones de los alumnos ni en la posibilidad de titulación de Encarnita, que por una asignatura no podría seguir copiando temas de bachillerato, se tendría que conformar con repetir lo que había hecho en 4º de ESO (copiar temas de 4º de ESO).
Es un "marrón" esto de tener la junta de evaluación a las 7 de la tarde. Te parte el día y no puedes participar en las sesiones de "Jiu-Jitsu" que organiza la Asociación de Japoneses Maltratados por los Estados Unidos.Solo el profesor de Educación Física tuvo los arrestos de abandonar la sesión alegando que las gaviotas le estaban cagando el coche.Somos de interior, todos lo sabemos, pero se comprendía cualquier excusa para abandonar el suplicio de no poder seguir la costumbre que llevábamos practicando desde que salimos de la carrera. Todos sabíamos qué hacer y una sesión de evaluación te parte los planes por la mitad. .
No hay comentarios:
Publicar un comentario