Segundo poema público de este poemario que ha conseguido pasar la estricta censura impuesta por el propio autor, tras revisión estricta. Utilizo como ilustración una foto excelente del compañero Juan Luis López Palacios.
Eyacular cuando se escribe
no es correrse,
todo el mundo lo sabe.
Es una sensación distinta
que altera al que la sufre,
como ir desnudo en un sueño
o descubrir la bragueta bajada
encima de un escenario.
No se espera la eyaculación,
se recibe con placer y con sorpresa
y un sonrojo leve sube a las mejillas.
La mano se detiene en el papel
y tiemblan los dedos hasta soltar la pluma.
Se mira uno la cintura
y siente cómo baja la erección.
Eyacular cuando se escribe,
todo el mundo lo sabe,
es un placer de otro mundo.
No hay mujer que lo supere:
el roce de las yemas de los dedos
sobre el teclado
al rubricar un episodio completo
ofrece un éxtasis tan pleno
que uno parece haberlo hecho consigo mismo
como si uno mismo fuera ajeno.
Del fin del poema redondo
se obtiene esa suma delicia.
Lo espero, pero no llega,
habrá que intentarlo otro día.
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