No eran perlas en suspensión
bajo la mañana de cristal,
sino polvo y ácaros
al trasluz.
No eran yemas de lágrimas
flotando tras la ventana,
sino liviana suciedad
sin voluntad de suelo.
No eran pellizcos del alma
abandonados por el cuerpo
a su suerte,
sino limo deshecho,
cieno reseco, lodo volátil.
No era mi voluntad
sino una lluvia de átomos
resueltos en nada.
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