Sexta entrega de "Fotomatón". En esta ocasión les toca el turno a las alumnas de 2º de Bachillerato B, Alba García y Anabel García. También dejo la fotografía que debe inspiraros y un poema mío de ejemplo, más bien de mal ejemplo porque la mirada de esta niña rompe todos los cristales y todas las palabras:
El relato de Anabel García:
Los días, las semanas, los meses, iban pasando y él no volvía a casa, pero su pequeña nunca se rendía. Él se había marchado a la guerra tres meses atrás, se había despedido con un “hasta pronto”, pero su día de regreso nunca llegaba. La niña veía todas las horas del día pasar frente a esa ventana, y cada segundo su mirada perdía un brillo de esperanza por volver a verlo con vida. No hacía caso a nadie, a su madre, a sus hermanas, a nadie. Estaba sola, lo sabía, nadie creía que su padre volvería a casa. Pero ella era fiel a su palabra, le prometido a su padre que lo esperaría, y ahí estaba, esperando lo inesperable. Las semanas continuaban pasando, llegaban noticias de que la guerra estaba terminando, los soldados iban muriendo, su país iba perdiendo y nadie quería ir al campo de batalla, la guerra estaba acabando con las esperanzas de toda la población, menos con las de esa niña. Ya había pasado un año, la niña no se había separado de esa ventana, crecía, vivía y soñaba embobada en ese cristal. Pero un día, cuando nadie lo esperaba su padre regresó, ella fue la primera que lo vio, asomada a esa ventana, cuando la recibió con un abrazo ella le susurró: “Te he estado esperando asomada a esa ventana, tal y como prometí”.
El poema de Alba García:
Tétrico paraje, oscura bruma,
te observo desde dentro, grande luna.
Ojos cerrados, mirada oscura.
Aquí espero abandonar, locura.
Lo de fuera es solo espejismo
por eso mi propósito es destruirlo.
Pasiones desgarradas recorren mi mente,
mas lo hecho, hecho está,
y no puede retraerse.
Lamentará haberme hecho daño
pero para entonces ya todo habrá acabado.
Te observo, grande luna, desde dentro
pero no será ya por mucho tiempo.
Y el mío:
Cuando la soledad me abraza
y me mece en su indolencia,
paro a contemplarme
y la mirada huye
hasta situarse frente a mí.
Mi mirada es de otro, de un
cirujano cínico que,
con agudo bisturí,
analiza mis pasiones
y mis odios,
lava mis tripas bajo el grifo
de la burla,
rasga la piel hasta desangrarme
en insignificancia.
Me hiela su mirada...
Cuando el pitido del electro
ya no fluctúa,
me lanzo contra el médico desalmado,
lo engullo,
y salgo a la calle
en busca de refugio.