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miércoles, 17 de agosto de 2016

Cualquier idiota tiene un perro


Cualquier idiota tiene un perro,
yo mismo podría tenerlo.
Cualquiera compra un collar, una correa
y pone una ración más de paella
para dar las sobras al animal.
Aún mejor, cualquiera va al supermercado
y compra un saco de pienso
con la cara de un pastor alemán,
la lengua fuera, agradecido
al capitalismo y a la industria alimentaria.
Cualquier idiota, cualquiera,
se siente acompañado, útil, poderoso,
querido, lamido, reclamado.
Cualquiera sale un rato de madrugada
y acompaña la meada en el árbol
y la defecación en la acera.
Cualquiera tiene un perro
o un niño o una paloma o un coche de lujo
o un puesto en el gobierno o una ballesta.
Cualquiera es devoto de la Virgen
y reza para que mueran las garrapatas
y su animal dure tanto como las iglesias.
Cualquier idiota tiene un perro,
pero no una abuela, cualquiera.
Por suerte, yo no soy idiota.
Quienes leen estos versos, tampoco.

lunes, 1 de agosto de 2016

Aventuras paralelas: Pokemon versus la Virgen


Él era un chico normal de 15 años, con sus granos, sus calentones, su enganche por el móvil, sus erecciones mañaneras y su pavo de medio tono.
Ella era una mujer madura normal, con su sofocones, sus broncas con el marido, sus achaques de medio siglo y sus pérdidas de orina.
Él era un empedernido de los videojuegos. Se pasaba horas y horas dándole caña a los amigos virtuales a través del ordenador.
Ella era una devota de la tradición. Le gustaba arreglarse los domingos para ir a misa y visitar la iglesia con sus amigas en las fiestas señaladas.
Él descubrió un nuevo reto en internet. En pocos días, su marca favorita de videojuegos sacaría un bombazo. No dormía esperando el estreno.
Ella se desvivía cuando se aproximaba el día de la patrona. Le habían cambiado el manto a la virgen. Soñaba con la romería y los preparativos.
Cuando salió el "Pokemon Go", él fue el primero de sus amigos en salir a cazar esas imágenes virtuales que representaban a los personajes que había adorado en su infancia.
El día de la romería, ella, pese a sus amagos de artrosis, fue la primera en salir hacia la ermita y calzarse los ocho kilómetros que la separaban de la imagen que había adorado desde su infancia.
Él tenía 15 años. Se recorrió todo el pueblo con el móvil en la mano y no descansó hasta que capturó a todos los pokemon, hasta que se hizo con el poder en los gimnasios y ganó en todas las "quedadas".
Ella pasaba de la cincuentena. Recorrió los 16 kilómetros (ida y vuelta). Lloró ante la imagen que adoraba, gritó con euforia su nombre y se rompió una uña por tocar durante un rato las andas.
Él tenía 15 años. Se vio arrastrado por la fiebre de un juego inventado por las multinacionales para atrapar adolescentes adocenados. Pero él sabía que las imágenes que perseguía eran virtuales, que no era más que un juego. Él tenía 15 años. Su espíritu gregario estaba a flor de piel.
Ella pasaba la cincuentena. Se vio arrastrada por el peso de la tradición, por la imagen de la patrona inventada por una multinacional para atrapar maduros adocenados. Ella creía de veras en la realidad de la imagen, su patrona no era ningún juego. Ella tenía más de 50 años. Su espíritu gregario estaba a flor de piel.

miércoles, 27 de julio de 2016

La última carrera (relato de verano)


Organizada por la empresa de pompas fúnebres "Cuídate mucho", se celebró ayer la primera carrera de Fórmula Funeraria. En la parrilla del tanatorio, los tres coches más rápidos eran revisados para participar en el acontecimiento del año. La salida estaba prevista a las cinco de la tarde, eran las cinco de la tarde.
Los fiambres se cargaron en las fiambreras y se pusieron a punto los motores. Según la normativa, los ataúdes no podían pesar menos de 20 kilogramos; los motores, 120 caballos máximo y las coronas, un mínimo de 5 kilos. Se efectuó la revisión oportuna. Los tres coches cumplían los requisitos establecidos. Se dispuso la salida en la puerta del tanatorio. Era indispensable que los familiares de los muertos no supieran nada. Se extrañaron de la coincidencia de los tres finados en el mismo sitio y a la misma hora. La meta se fijó en la puerta de la iglesia. Se podía cortar con una sierra de trepanar la emoción del momento. Rugían los motores. Los duelos respiraban el anhídrido carbónico con sorpresa y desagrado. El responsable del tanatorio, una vez cargadas las cajas y las coronas, dio la salida. La gente corría detrás de los coches. Nunca se había visto nada igual. Los familiares más cercanos se afanaban con la lengua fuera por perseguir el féretro. Otros cejaron en el empeño a las primeras de cambio. Una de las viudas ni siquiera hizo ademán de seguir al ataúd, incluso se la vio feliz por el raudo alejamiento del cadáver. En la puerta de la iglesia, el páter, ataviado con las mejores galas, esperaba con el botafumeiro al primer clasificado. Fue él quien determinó el vencedor de la carrera, rociando de agua bendita el paso del primer coche. No se podría haber encontrado mejor juez.  El señalado por Dios eligió al primer vencedor de la competición de coches fúnebres.
El chófer triunfador lloraba de emoción, besaba las manos del párroco y agradecía al Creador ser tan afortunado. Hasta el ataúd que llevaba en el maletero parecía removerse de alegría por el triunfo conseguido. Le colgaron una corona de crisantemos alrededor del cuello y lloró con la emoción de un recién nacido. El páter emocionado, y excitado por la juventud lampiña del piloto, lo besó con golosina en ambas mejillas.  

sábado, 23 de julio de 2016

Avignon poblado por dublineses: el paraíso en la tierra


Avignon fue durante años la ciudad de los papas. La sustituta de Roma, nada más y nada menos. Y estos de la mitra no dan puntada sin hilo. La estrategia está muy bien diseñada: prometen el paraíso en el cielo a quienes les construyan a ellos el paraíso en la tierra. No hay más que ver el Palacio de los Papas de Avignon, de la Edad Media. Los lujos del edificio revelan que allí se podía gozar del paraíso en la tierra. Fuera, la miseria, las guerras, el hambre y otras menudencias que servían para labrarse una vida de sacrificios con galardón después de la muerte.
Junto a la escalinata del Palacio de los Papas un humorista convoca al público y nos hace reír como nunca quisieran los hombres de la Iglesia que lo hiciéramos. También la Comedia del Arte provoca las risas del público en la plaza del papado. Una conjura espontánea contra el poder eclesiástico. ¡El papa ha muerto! ¡Viva la risa!
Detrás de este paraíso en la tierra, asistimos a una función de cabaret burlesco. ¿Qué puede haber más placentero, más hereje y más rompedor que celebrar la vida con sexo y cancán, justo detrás del palacio de esos grandes maestros de la hipocresía? Pocas cosas. El cabaret rememora la antigua afición francesa del libertinaje: con sus plumas, sus tetas con estrella, sus chicas con celulitis y su locaza. Todo frescura y buen humor: pon un espectáculo antipapas en tu vida.
Es el Avignon del siglo XXI, la efervescencia del teatro por todos los rincones: las fachadas, las vallas, los muros, todo está tapizado con carteles de los innumerables espectáculos que se celebran durante el mes de julio: pon una ciudad antipapas en tu vida. Nos cruzamos con el conejo de Alicia, con un cardenal con pene de plástico, con una dentadura mal pegada, con unas monjas de cartón piedra, con cantantes de ópera, con danzantes de hip-hop, con gheisas con pompones, con gorilas, con osos, con señoras del siglo XVIII, con Jango Edwards, con obreros interpretando a Beethoven soplando tuberías, con una fauna variopinta, juguetona, farandulesca, con la vida en su máxima expresión. Y eso que las camareras de los restaurantes parecen actrices francesas y las actrices francesas parecen actrices francesas.
Antes de entrar al teatro, escuchamos a Satie interpretado en unas cacerolas metálicas y a Edith Piaf en un acordeón. Por las calles nos abordan los cómicos. No se habla de Cristiano, ni de Messi. Un hombre mayor nos pregunta: "¿Vous aimez a Beckett?", y nos ofrece la propaganda de su espectáculo. Por la mañana, Shakespeare; por la tarde, Ionesco; por la noche, cabaret; al mediodía, los payasos... Programa extenuante. Otro antídoto contra el papado.
Avignon en julio es el paraíso, bien lo sabían esos zorros del Vaticano. Si lo llenaran de dublineses, yo me vendría a vivir aquí. Me instalaría en el barrio de los Tintoreros, pediría limosna en la puerta de las iglesias y me la gastaría en entradas de teatro, danza, música, payasos, cabareteras... En el barrio de los Tintoreros compraría bocadillos, cerveza, arte, música, vino del Ródano, libros, cerveza, vino de la Provenza y me sentaría en el pretil de la acequia para ver pasar la vida, para oírla correr, como al agua que mueve la aceña restaurada con fondos municipales. El barrio de los Tintoreros no lo tenían controlado los papas y ahora huele a marihuana y a absenta de garrafa. Lo dejaron crecer sin saber en lo que se iba a convertir: un nido de artistas, de cómicos, de tabernas, de funambulistas, de gente de buen vivir. Los antiguos patios se han convertido en escenarios y las casas abandonadas y los sótanos y los colegios, hasta los teatros y las capillas han sido invadidas por los cómicos. ¡Si los papas levantaran la cabeza! En el patio de los palacios papales se celebran espectáculos con chicas a medio vestir -bueno, esto tampoco es tan novedoso.
La vida, la transgresión, el furor del arte resoplando por todos los orificios. Las cabareteras decadentes, los raperos, los cómicos modernos -perdonad que no los cite-, Molière, Shakespeare, Ionesco, Becket..., han sustituido a la curia papal. El colorido es casi el mismo, aunque ahora el lujo exterior es de bisutería, cartón piedra y tejidos baratos; sin embargo, el paraíso en la tierra que solo la curia papal poseía, ahora está en las calles y en los patios, no solo en los palacios.
Desde la otra orilla del Ródano, una vista espectacular de las murallas que circundan la ciudad, aquellas que los papas mandaron construir para que no fueran usurpados sus tesoros, hoy sirven para que nos los llevemos a manos llenas.
¿Y de Petrarca qué? Ninguna noticia. Si hubiera sido irlandés, los bares tendrían su nombre e incluso muchos de sus vinos se llamarían así, aunque nadie hubiera leído el Canzonière.
Teníamos previsto permanecer aquí solo un día, ya van cuatro. Avignon poblado por dublineses: el paraíso en la tierra.

lunes, 11 de julio de 2016

"El alcalde de Zalamea", arquitectura perfecta y el dilema de Martín Villa


Don Lope de Figueroa reta a Pedro Crespo en tozudez y en hidalguía. Los dos actores refuerzan sus papeles cuando están juntos. Notario y Gómez se encuentran en el escenario y retumban las tablas. Cuando Notario desaparece, Gómez se resiente, renquea y, como el personaje, se hace más pequeño.
De todas formas, la arquitectura es perfecta: la puesta en escena engrandece una obra de verso fácil, de acción trepidante y de personajes hondos. Las sentencias salpican al espectador una y otra vez, como si un oteador de Facebook hubiera estado buscando durante años los mejores dichos acerca de la honra y sus alrededores.
Hasta los graciosos, esos personajes que los preceptistas despreciaban (la degeneración del arte escénico, mezclar tragedia y comedia), se unen al drama para engrasar la maquinaria. El hidalgo ridículo, más Lazarillo que Quijote, es el contrapunto de los héroes, el que relaja la tensión. Con arriesgada apuesta, Lope, Calderón y Shakespeare incorporan a estos personajes a la tragedia. Los hombres serios de su tiempo y del siglo XVIII los vilipendiaron por ello. Yo veo en la inclusión del fool en el Rey Lear, en los graciosos de Lope y en el hidalgo de "El alcalde de Zalamea" la audacia de los genios. Solo autores de altura son capaces de hacer útiles a un bufón en un asesinato y a un bobo en un asunto de honra. Solo la ironía, la desfachatez, el descaro son capaces de estos alardes.
Helena Pimienta deslumbra siempre en sus montajes. Ayer, en "El alcalde de Zalamea" disfrutamos de nuevo de la fiesta del teatro clásico: las jácaras, los chascarrillos, los lances de espada, la música, la danza, el drama, la hondura del verso bien dicho, el espectáculo cómico en toda su extensión jovial del Siglo de Oro.
Al salir del teatro, vemos al exministro de UCD Martín Villa. ¿Con quién se habrá identificado este señor? ¿Con la honestidad incólume de los dos protagonistas o con la rapiña desaforada del capitán? Quién sabe.
Y otra pregunta: ¿Qué es el calor de Almagro ante todo esto? (a esta sí respondo) Nada y menos que nada.  

domingo, 10 de julio de 2016

"Perfect day", "Reina Juana" o el placer que proporcionan los cómicos


Cito la canción de Lou Reed porque siempre queda muy bien hacer referencia a los clásicos y porque es una de las pocas frases que entiendo en inglés.
Ayer por la mañana tuve la oportunidad de conocer a un cómico, Steven Berkoff. Le escuché opinar sobre el mundo escénico y sus alrededores y salí tan satisfecho como un estudiante de ESO cuando oye el timbre que anuncia el fin de las clases. Por la noche, tuve la suerte de ver sobre el escenario a otra cómica, Concha Velasco. Yo no era nada de Concha Velasco (¡qué idiota!). Ahora me rindo a sus facultades artísticas. Los dos, Concha y Steven, pasan con mucho de los 70. Los dos parecen gozar de la sabiduría y el empaque que da la vejez, y no se les notan en absoluto los achaques que la acompañan. Como decía el cómico británico, un actor debe morir sobre el escenario si aún conserva el niño que llevan dentro todos lo cómicos. Y Concha Velasco no lleva a un niño dentro, sino a toda una escuela. En "Reina Juana" actúa ella sola. Durante hora y media es capaz de emocionar al espectador con una interpretación impecable, contenida y llena de pasión. Da vida a un personaje de talante shakespeareano, al que solo le quedan palabras, palabras y palabras. La caldera hirviendo que es Almagro en verano se alivió con la frescura de la cómica. De las tablas, de sus tablas, brotaba una lluvia ligera que nos empapaba a todos y nos despojaba de la aridez impuesta por la canícula.
Cuando terminó el espectáculo, Concha se acercó a la boca del escenario y alargó la mano para estrechar la de los espectadores. Yo no me atrevía a dársela, me daba pudor romper el encanto, quebrar la barrera que nos separa del mundo creado más allá del patio de butacas. No quería perder a la Juana que había revivido la cómica durante hora y media. "Just a perfect day" canta Lou Reed porque ha bebido sangría en el parque. Yo también, y además he gozado, entre vaso y vaso, del intenso sabor de la comedia.  

sábado, 9 de julio de 2016

Steven Berkoff en Almagro: "Nos hemos convertido en cerdos que gozan con la porquería".


En el Palacio de Vadeparaíso de Almagro disfrutamos de las opiniones de Steven Berkoff acerca de los villanos de Shakespeare y del estado del arte escénico en la actualidad. El actor, director y escenógrafo británico, de 78 años está de vuelta de todo. Se nota en su talante que le importa muy poco quedar bien o mal con nadie. Pide un abanico y contesta a las preguntas. No para alabar, ni para molestar, sino para transmitir opiniones que parecen sinceras (no olvidemos que es un actor). Sin concesiones, sin hipocresías, sin diplomacia, con inteligencia.
Berkoff desprecia las preguntas inanes sobre su vida privada. Las aparta como al insecto molesto y se queda con lo sustancial. La traductora se esmera por transmitir la profundidad de las palabras del actor. Cuando cita a Shakespeare no se atreve a traducirlo. Con buen criterio se disculpa, "es Shakespeare" y no traduce, después de escuchar el ritmo del verso blanco en boca del viejo director. Berkoff habla del mundo mediático actual: "Estamos envenenados por el excremento (así lo traduce la muchacha con melindre, azarada). Se nos da de comer tanto excremento que hemos acabado por no apreciar nada que contenga una cierta complejidad. Shakespeare no atrae al público actual porque nos han envenenado con simplicidad, con comedias insustanciales que nos impiden pensar. En la BBC triunfa un programa deleznable con el que el público es feliz, disfruta con sonrisa de idiota. Se está asesinando a la civilización. Una vez al mes, por mala conciencia emiten una buena serie como "Guerra y paz" y así salvan su digestión. Se ha formado un público idiota para una programación teatral, cinematográfica y televisiva idiota. La música pop nos echa azúcar por encima y nos convertimos en dulces sin sustancia incapaces de gozar de la amargura y la complejidad de la música y el arte verdaderos. Todo es idiotez, veneno y excremento. Harry Potter es el ejemplo máximo de la idiotez, del envenenamiento, del excremento en el que nos rebozamos. No ha habido ningún gran dramaturgo desde Arthur Miller. Desde "Las brujas de Salem" no se ha representado nada que valga la pena. Los productores no permiten que se lleve al escenario nada que sea mínimamente complejo y profundo. El público ya no lo acepta. Nos hemos convertido en cerdos que no merecen nada mejor que no sea porquería".
Berkoff, recio, de gesto rotundo y mirada intensa. El lóbulo en el centro de la frente, escamoteado por la deformidad de la vejez, aún me recuerda sus interpretaciones en el cine. Berkoff habla de Shakespeare, se recrea en sus villanos, en la maldad intrínseca de sus personajes. Fascinado por Macbeth, por Hamlet, por Ricardo III, intenta explicar cuál es el sentido de estos personajes, cuál es la enseñanza que nos transmiten. "Todos llevamos un asesino incorporado. Todos somos villanos. Solo el teatro, solo el arte es capaz de curarnos esta maldad intrínseca y evita que no la saquemos a pasear. El teatro griego se representaba en escenarios inmensos en los que cabía todo el pueblo sin excepciones. Por eso no conocemos villanos griegos, porque la enseñanza de las tragedias griegas evitaba que saliera lo peor de nosotros mismos (no en vano el teatro griego es el mejor que ha existido nunca). Los villanos comienzan a existir en Roma (Calígula, Nerón). El teatro sirve de antídoto contra la maldad. Todos los asesinos de las obras de Shakespeare tienen conciencia. Sin ella no tendrían justificación. Todos saben lo que están haciendo, a todos les remuerde de un modo u otro la maldad que están cometiendo. Su maldad despierta nuestras conciencias. Macbeth, por ejemplo, es un cuento narrado por un idiota absorbido por significados vacíos. Está representando un drama en el que él actúa de asesino. No quiere matar más, pero si no lo hace la obra no puede continuar, retrocedería. "Estoy tan metido en la sangre que ir hacia atrás es un error". Debe matar para que la trama siga adelante. Hamlet quiere implicar a los actores en su asesinato. Los convoca a palacio para que representen el crimen, para quitarle hierro a su acto de maldad. Es consciente de que su actitud lleva a la destrucción. Nos ofrece una enseñanza, un antídoto contra la iniquidad. Me gustan los villanos porque están enfermos. Y yo, como el doctor que se entusiasma estudiando las enfermedades terminales, analizo los comportamientos de los asesinos para comprobar el mal del individuo. El doctor/actor forense detecta la enfermedad y se inyecta una porción pequeña de virus para inmunizarse contra ella. El actor que representa al villano se convierte por un momento en asesino, el problema es no saber discernir cuándo se está fuera y cuándo se está dentro de la escena. Le pasó a Daniel Day Lewis. Representaba a Hamlet y había muerto su padre hacía poco. Se salió del teatro literalmente, se trastornó. Algunos se endiosan y viven una existencia deforme".  
Nos habla Berkoff de la historia del teatro, de cómo en el siglo XIX se recupera en parte la reputación de los grandes actores y directores. Es la oportunidad para que las instituciones públicas den dinero a los actores para elevar el teatro al púlpito que se merece, pero quién va a dar dinero a unos borrachos, a gente de tan mal vivir como los cómicos. Prefieren dárselo a los niñatos abstemios que salen de Oxford y Cambridge que no saben nada de teatro, pero administran mejor que nadie las libras en su provecho. Así comienza la degradación de la escena. Y del cine. Hollywood está prostituido de esta forma, como el teatro actual, como la televisión, como el arte en general.
Shakespeare nos mejora cuando somos capaces de comprenderlo. Sus héroes: Enrique V (joven que suspira al público, lo despierta) Tito Andrónico (sus discursos extraordinarios para salvar a Roma de la guerra cuando acaba de enterrar a su hija), Oberon (un artista de las palabras que encanta con ellas, con monólogos alucinógenos), Otelo (la profundidad de su dolor)... Todos ellos en la figura de un hombre orondo, con la notabilidad de los años rasgando su rostro, con el sosiego y la pasión de su palabra dibujando a los villanos de Shakespeare, con la fascinación del que ha vivido sobre el escenario y fuera de él.
Carmelo Gómez le aplaude con exageración, con un gesto desmesurado que nunca le he visto en la pantalla. Del vino y del jamón de la Dehesa de después ni hablamos.

domingo, 1 de mayo de 2016

Ahora


Ahora,
el tiempo en el que todos
somos jueces infalibles
y expertos en gintonics.
Ahora,
cuando los horteras
creemos ser poetas
y los poetas venden calcetines de fibra.
Ahora,
cuando los profesores
somos nihilistas
y los alumnos, keynesianos.
Ahora,
en este mismo momento,
cuando los poderosos siguen escupiendo
en los muñones de los pobres
y estupran doncellas
sin recortarse las uñas
(como siempre).
Ahora,
ahora mismo,
cuando los padres sorben los mocos de los infantes
a carrillos llenos.
Ahora,
cuando matamos y morimos por exhibir las vísceras
en escaparates siderales
y dejamos al abuelo al oreo del precipicio.
Ahora
(digo)
es el tiempo del silencio,
de la soledad
y de los cirujanos.

domingo, 20 de marzo de 2016

Después de la galerna


Amainaron los vientos,
cesó la lluvia,
el cielo se abrió
y un sol radiante
iluminó el mar.
Arriamos las velas,
hechas jirones.
Apartamos el mástil
tronchado.
El esfuerzo salvó la nave
y nuestros cuerpos.
Solo algunos se escondieron
en las bodegas.
Solo algunos.
Y salieron a recibir al sol,
como todos los demás.
Amainaron los vientos
y el cielo se abrió
y nos colmó de luz.
Nos despojamos del salitre,
nos desprendimos de camisas
rasgadas por la lucha.
Restañamos las heridas
con labios y paciencia.
Ya no chillaban los oídos
como cigarras en verano,
ya no temblaban los músculos
como si fueran a reventar,
ya no nublaba la vista
la furia de la galerna.
Todo quedó en calma,
plácido y denso
como después del orgasmo.
Todo quedó en reposo.
El mar era miel
y el aire, susurros.
¡Qué felicidad el sosiego
después de la galerna,
qué languidez amplia
de caricia suave,
qué delicia!
¿Y si la nave no hubiera
surcado la mar?
¿Y si todos nos hubiéramos
escondido en las bodegas?
¿Y si no hubiéramos partido?
No reposaríamos desnudos,
abrasados por la violencia de la lluvia.
Seríamos otros: más débiles, más secos,
menos doloridos y menos satisfechos.
¡Qué mundo más tranquilo
sin galernas,
qué tranquilo y qué muerto!

sábado, 23 de enero de 2016

Referentes de la literatura universal: el reguetón


Solo ciertas corrientes literarias (elegidas por las musas) han sabido conjugar lo popular con lo genial para marcar con su sello el porvenir. La épica griega de Homero dotó de alma a la narrativa de todos los tiempos. Los trovadores provenzales del siglo XII extendieron por Europa el arte poética de la delicadeza e inventaron el amor. Dante y Petrarca recogen sus frutos y convierten a las mujeres en seres idealizados, inalcanzables, que siembran el Renacimiento con amantes de heridas luminosas. El teatro de Lope y de Shakespeare saca de las cavernas el espectáculo popular por excelencia y recupera a los clásicos griegos y latinos para armarlos de eternidad. El Quijote, recuperado por los narradores ingleses del XVIII, es la madre de toda la novela moderna. Los románticos, los poetas malditos del XIX y los vanguardistas rompen con la tradición para someternos a un caos sorprendente en la modernidad del siglo XX...
¿Y a qué corriente literaria del siglo XXI podemos augurarle un éxito similar? Sin duda alguna al reguetón, símbolo inequívoco del posmodernismo. Esta delicada poesía que bebe de las fuentes populares y engarza con el realismo sucio del siglo XX será el referente de la literatura mundial de aquí a unos años. Así como estos versos de Homero nunca morirán:
Cuéntame, Musa, la historia del hombre de muchos caminos
que anduvo errante mucho después de asolar la sagrada Troya...

Tampoco los de Petrarca:
Aquí termine mi amoroso canto:
seca la fuente está de mi alegría,
mi lira yace convertida en llanto.

Ocurrirá lo mismo con el reguetón. Sus frases llenan ya los locales de ambiente y los saraos de cualquier rincón de Europa y América, son tan populares como lo eran las tragedias de Shakespeare, los cantos de Homero y los personajes de Cervantes. Estos que aquí escojo por su calidad -recordadlo- serán los que aparezcan en los anales de literatura y se grabarán en mármol en los monumentos de todo el orbe:
Hoy voy a beber
y sé que voy a enloquecer
y te llamaré después
para hacerte mía, mujer.
Y es que no sé por qué
cuando tomo pienso en usted.
Te quiero comer,
te quiero comer ah, ah, ah.
Te lo voy a meeee.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Oda al gintónic (emparedado de liras y cuartetas)


Al amor de los bares
me gusta suicidarme con mesura,
beber tiempos y mares
de extensión oscura
con sabor a eternidad y locura.

Me gusta suicidarme lentamente
con ruinas, con hierbas, con licores.
Me gusta tratar con ellos frente a frente,
aunque rabie la resaca entre sudores,

aunque la piel se desmigaje en días
cuando me arañe el sueño la mañana
y la cabeza arda en ironías
entre el ser y no ser de yesca y lana.

Me gusta suicidarme
con breves gotas de ginebra en hielo,
para verme y no amarme,
para que se abra el suelo
y envolver la conciencia en un pañuelo.


martes, 15 de diciembre de 2015

Cosas que me encuentro en el buzón III


Ayer encontré un caracol en mi buzón. Un caracol vivo. No había cartas de amor, ni de amistad, ni de cortesía, ni siquiera había recibos del banco, ni propaganda del Chárter, ni folletos de los testigos de Jehová, tampoco multas de la DGT. Solo un caracol, vivo, un caracol. Una cáscara babosa pegada al fondo metálico, que no se dignó a sacar el cuerpo cuando le mostré la luz. Un caracol. Eso recogí ayer al descubrir el buzón. Siempre que lo abro, espero encontrar una sorpresa que me cambie la vida, siempre. No sé por qué. Es una esperanza tan frustrante como la de encontrar a un alumno o a un amigo amante de la poesía. Un caracol. Escondido en las profundidades de mi buzón. Huye de la sequía, del sol, de la propaganda electoral, de Bertín Osborne, de las novelas de Maxim Huerta, de las últimas películas de Almodóvar, de la gala de los MTV, qué sé yo. Es posible que solo lo haya espantado el burro que anda suelto en el pinar de al lado. Si no lo hubiera encontrado en un lugar tan emblemático, lo habría incluido en los ingredientes de la paella del domingo, pero todo lo que me encuentro en mi buzón me merece un respeto pese a las frustraciones que me provoca.Si me pongo en lo mejor, este caracol podría ser el augurio de un acontecimiento extraordinario. Las valvas, en la mitología clásica, eran indicio de fortuna. Al final he tenido que recurrir a la ficción, no hay esperanza para la realidad.    

domingo, 13 de diciembre de 2015

Cosas que me encuentro en el buzón II


Estimados señores de la DGT, dos puntos, no me gustan nada sus cartas de amor. Recibí una la semana pasada y, como las anteriores, son prosaicas y faltas de todo tacto. Es evidente que quieren penetrar sin vaselina a mi Ibiza. La flor de sus veinte años recién cumplidos lo hace muy apetecible, pero se podrían calentar un poco más la cabeza o echar mano de los manuales de los trovadores o, más sencillo, contratar a algún poeta muerto de hambre que les redactara sus misivas. Al comenzar a leer una carta siempre me emociono, pero con la suya no ha habido manera. Ni siquiera una presentación, ni una concesión a la cortesía. Y lo último, lo de fotografiar el trasero de su pretendido y mandar la foto es de una falta de delicadeza atroz. ¿Cómo pretenden conquistar a nadie con esos métodos? No pienso venderlo por dinero, no soy un proxeneta ni mi auto es un bujarrón cualquiera que se acueste con el primero que le escribe. Acudir al chantaje y a la extorsión no me parece un método nada erótico y no quiero ni hablar del lenguaje que emplean, plagado de gerundios sin curtir y de anacolutos pasados de moda. No voy a pagar para que ustedes enculen a mi Ibiza, ni tampoco voy a responder con un "pliego de descargo", ni con un "recurso de alzada". No me van a confundir. Tras su intento de relación no hay otra cosa que sexo duro y sin amor. Por sus palabras se trasluce que ningún radar en la carretera puede albergar sentimientos sinceros. Les falta tacto, les falta cariño y les sobran los gerundios. Buenos días, punto y final.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Cosas que encuentro en mi buzón


De buena mañana, abro el buzón, un sábado sin demasiada historia, y me encuentro un folleto que me sorprende. Una ilustración que parece salida de un manga blanco me pregunta "¿Cómo ve el futuro?", y me da tres opciones: "¿Cree que el mundo seguirá igual?, ¿empeorará?, ¿mejorará?". Me froto los ojos e intento activar mi atrofiada capacidad mental. Si conociera la respuesta a estas preguntas podría abrir una televisión nocturna y ganarme la vida con muy poco esfuerzo, una baraja y un teléfono. Pero el folleto escondía mucho más. Al abrirlo, se me da respuesta a estas preguntas. Sin duda se trata de un partido político con un márketing audaz. El responsable de la sección de empleo, un tal Isaías, propone: "Tendremos trabajo productivo y satisfactorio". El de sanidad, también se llama Isaías: "Dejaremos de sufrir y padecer enfermedades". Y el de bienestar social, un tal Salmo, predice: "Viviremos felices con nuestra familia y amigos para siempre". Y quién es el que se presenta para presidente de este partido: un tal Jehová, apoyado por Jesús. Cito al responsable de bienestar social: "Tanto Jehová como Jesús quieren que tengamos un futuro maravilloso". Y a las 10 de la mañana de un sábado con poca historia, yo me pregunto: ¿por qué no ha participado este Jehová en el debate a cuatro, ni tampoco en el debate a nueve?, ¿por qué no aparecen en los medios de comunicación mensajes que son capaces de activar los circuitos de un sábado sin historia? Me cabreo cuando a la inteligencia se la aparta, cuando se ignora a los que nos pueden conducir al paraíso. Cuando ya estaba convencido de afiliarme al partido desconocido, le doy la vuelta al folleto y se hunden mi excitación y mis ganas de salir del grupo de los indecisos. En negrita leo: "Para aprender más sin costo". Yo sin vicios no soy nada, así que me vuelvo a la cama, a ver si consigo comenzar el sábado con mejor pie.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Contra el despotismo (E.L. Doctorow)


Un compañero sevillano con el que compartí un año glorioso en la Serranía Baja de Cuenca ha extraído este fragmento del escritor recientemente fallecido, E. L. Doctorow. Se lo agradezco. Deberíamos grabarlo con cincel encima de la pizarra. Es uno de esos momentos literarios que te hacen sonreír con sarcasmo y te desnudan delante de las cámaras. El texto no merece más comentarios, desmantela, con una sonora bofetada, los cimientos de la idiotez de quien se encarama a un púlpito, sea del tipo que sea:

"Eres una mala influencia en mi clase, Albert, dijo. Voy a hacer que te manden a otra. No lo entendí. Le pregunté qué había hecho de malo. Te estás sentado allí atrás sonriendo y soñando despierto, dijo. Si todos y cada uno de los alumnos no me prestasen atención, ¿cómo podría mantener mi amor propio? Con ese comentario aprendí en un instante el secreto de todo despotismo".

E. L. DOCTOROW

domingo, 15 de noviembre de 2015

Recomendaciones lectogastronómicas: hoy, Miguel de Cervantes


Cervantes es un huevo frito en sartén de hierro acompañado por unas patatas a lo pobre con aroma de ajo y aceite de oliva. Todo servido en una cazuela de barro desportillada, para comerlo con las manos, empapando el pan de hogaza en el huevo y atenazando con los dedos las patatas chorreantes. Una delicia sencilla que muy pocos aborrecen y muchos celebran, un manjar de pobres que se amansa en el paladar como el rodar de un carro de bueyes. De segundo, Cervantes es un guisado de caza, de los que se dejan cociendo en las ascuas a fuego lento hasta que el caldo se puede apresar entre los dedos como materia sólida. Carnes recias que por la magia del fuego y del tiempo van dejando su aspereza en el agua que los riega y se enternecen como los infantes cuando embocan el pezón de la madre.
Cervantes es aire, fuego, tierra y sobre todo... vino, vino con cuerpo que atraviesa el paladar y el esófago para caldear las tripas y hacer hervir la cabeza con imaginaciones y ocurrencias que despiertan risa y melancolía, a partes iguales. "Dadme de lo caro, que el agua no alimenta" dice Sancho a una ermitaña para reclamar lo que pide el cuerpo. ¿Y dónde quedan los tan cacareados "duelos y quebrantos"? Esos se los comió todos don Miguel, a carrillos llenos y masticando con las encías, que las muelas ya habían naufragado en el asendereado trajín de los años.  

domingo, 8 de noviembre de 2015

De San Clemente a la playa de Barcleona IV: "Don Quijote en la playa y Frank Sinatra en Igualada"


Llegan don Quijote y Sancho a Barcelona la noche de san Juan para ser derrotados, para descender a los infiernos de la realidad. Quedan impresionados por el mar, más extenso que las lagunas de Ruidera, y por el estruendo de las galeras. Llegan para comprobar la malicia de los muchachos, la sensibilidad de sus caballerías y el espíritu burlesco de los poderosos. Llegan para visitar la ciudad, para que las gentes gocen del placer de reírse del caballero loco que ya andaba en libros. Llegan pues para comprobar que en todas partes cuecen habas y en Barcelona a calderadas. Llegan para visitar una imprenta y ver cómo se componen los libros. Llegan para ver una galera y comprobar cómo esos ingenios con la ayuda de los vientos y del látigo se mantienen sobre las aguas para hacerle frente al turco. Llegan para que en la playa de Barcelona sufra el caballero un revés definitivo. Derrotado por el Caballero de la Blanca Luna, volverá a su vida de hidalgo y morirá cuerdo y llorado con sentimiento por su escudero. En Barcelona, como cuenta Cide Hamete, no se hace nada distinto a lo que ya se ha hecho con la figura del caballero: todos lo conocen, todos se ríen de él, todos lo utilizan como un pelele al que zarandear..., las ansias de diversión tienen a veces como instrumento la mala baba de toda la vida.
En los paseos de don Quijote por la ciudad no tuvo la oportunidad de ver los edificios modernistas, ni la Sagrada Familia, ni el mercado de la Boquería, ni las plazas abiertas y espaciosas, ni turistas orientales; pero sí disfrutó del puerto, del mar. A nosotros no nos estaban esperando los muchachos para poner aliagas en el culo de las caballerías; los muchachos los llevábamos nosotros, en modernos jumentos de chapa y cristal. Ellos, como don Quijote, se enfrentaron al mar con la boca abierta y la respiración entrecortada. El mar siempre ahoga al hombre del interior. El mar y las grandes ciudades portuarias. "Esto es mejor que Madrid", se les oía decir a algunos cuando hablaban a través de los móviles con sus familias. La chanza, la burla y las ganas de diversión, eso sí, también se han mantenido con el tiempo.
Por la noche, en Igualada, un karaoke se convirtió en el escenario perfecto para desarrollar ese espíritu jocundo que nos vincula a los personajes del Quijote. Algunos de los lugareños parecían sacados de la España profunda de los 70. Se cantaba a Manolo Escobar, a Eros Ramazzoti, a los Chunguitos... No sé si es un truco de la memoria, pero creo que alguno de los intérpretes vestía pantalones de campana y camiseta remangada hasta el hombro. Y no sería de extrañar, porque cuando salió al centro de la pista el Frank Sinatra de Igualada, el público enmudeció. Cantó "A mi manera" en español con la pasión que el Fary ponía en su torito guapo. Indescriptible. Hay que ir a la ciudad textil para deleitarse con el poder de la máquina del tiempo. Los chupitos de melocotón volaban en el interior del local, mientras el galán local cantaba con voz meliflua el "Jardín prohibido" de Sandro Giacobbe. Puro Cervantes o Torrente, no sé, las bolas de cristales me confunden.        

miércoles, 4 de noviembre de 2015

De San Clemente a las playas de Barcelona III: Cavas, vinos y modernismo.


Entre los viñedos próximos a San Sadurní de Noya, despiertan artísticas masías que esconden lo más auténtico de la cultura popular catalana. En una de ellas, disfrutamos del modernismo bucólico: el interior de las estancias habilitadas como restaurante ofrecen al visitante una muestra de buen gusto, sencillez, modernidad y sosiego. La comida no desmerece el decorado de interiores y aún menos la calidad de sus vinos. Un doble barcelonés de Álvaro Vitali nos deleita con "seny" y chistes de los 70. El otoño nos espera con el dorado de las vides y la humedad de la tierra. En otra de las masías camuflada entre lomas y parras, un "celler" sencillo y transparente nos deleita con una clase magistral sobre la elaboración del cava. Su castellano asciende con pausa, se detiene, se preocupa por nuestra atención, nos regala los oídos con una calma extraída del degüelle del brut. El producto de sus cepas y de su dedicación acaricia el paladar sin agresividad, con la frescura seca del cava bien labrado.Una tarde en el centro de Cataluña, en la vena más atractiva de su sangre, saboreando el agradable espíritu de los payeses, de las cremas de calabaza, de sus vinos. Una tarde en la corriente sanguínea del espíritu popular, que sabe tan antiguo y amable como el tinto manchego o el bobal de Utiel.      

lunes, 2 de noviembre de 2015

Revisión de los tópicos: "Beatus Ille"


Dichoso aquel que huye
del mundanal ruido
y sigue la escondida senda...
Dichosos los pastores
que se solazan
con el ganado dócil
entre carrascas,
en vías nacionales
y hasta extranjeras.
Que recogen los restos
de las ovejas muertas
en las cunetas
y pierden los pleitos
entre moquetas.
Dichoso aquel que huye
del mundanal ruido
(y subrayo) y sigue la escondida senda (¡escondida!)...
Dichosos campesinos
que en soledad
recogen la cosecha,
se parten el lomo
y de mayores
apenas se enderezan.
(Quitemos el dichoso)
...aquel que huye
del mundanal ruido...
y sigue...
Dichoso aquel que huye
de las redes sociales
de los móviles,
de las televisiones,
de la tecnología,
y vive bajo un puente,
al albur de los vientos
y tempestades.
Dejémoslo así:
...aquel que huye
(y no es un refugiado,
ni un paria, ni un mendigo...)
Dejémoslo en aquel que 
y terminamos.

miércoles, 28 de octubre de 2015

De San Clemente a la playa de Barcelona II: Montserrat o el nacionalcatolicismo


Segundo día de estancia en la patria de Mas. La niebla se adueña de las montañas y apenas nos deja disfrutar del imponente paisaje de Montserrat. Pese a todo, la "boira" inclemente no ha apartado a los fieles del lugar de peregrinación. Es martes, octubre y, sin embargo, el emporio catalán de la montaña está repleto de todo tipo de gentes: mendigos, minusválidos, marinos japoneses y, sobre todo, niños, montones de niños marcados con su uniforme o con su pañoleta, en peregrinación insaciable hacia el lugar santo del catalanismo. Una escultura de san Jorge deconstruido lo dice todo en su lápida explicativa: "Montserrat, simbol de la nostra identitat nacional. Amb la collaboració del banc de Sabadell". ¿Qué se puede pedir más?: Sentimiento religioso, nacionalismo y poder económico labrados en dura piedra berroqueña. Igual que en Covadonga, aunque faltaba en Asturias el banco de Sabadell y, es verdad, los marineros japoneses.
En el sorprendente museo de Montserrat, tres miradas terroríficas de Romero de Torres persiguen a los visitantes a lo largo de los corredores. Los personajes modernistas beben ajenjo ajenos al fervor católico de los que han dejado sus exvotos en una sala próxima al museo. Brazos, páncreas y corazones de cera; botitas de niño, cascos de moto, vestidos de novia y cartas escritas desde una fe que provoca escalofríos. Pero las  dependencias que más metros cuadrados ocupan en Montserrat son las dedicadas a las "botigas", incluso más que las iglesias. Los "souvenirs" parecen sacados de un armario antiguo que cuando se abre deja un olor rancio: con los peluches alternan las morenetas, los bolis de colores, licores; las cámaras fotográficas de plástico con diapositivas de la Virgen; cilindros que imitan el mugido de las vacas, esferas de cristal con nieve, chanclas y manoplas con el mapa de Cataluña. Justo encima, los fieles hacen cola para palpar la bola de la Virgen y para contemplar las banderas catalana y española encerradas en una urna de cristal, a resguardo del fervor nacionalista. Varios senderos circundan la montaña. Uno de ellos, jalonado por estatuas de santos, santas y por el cuerpo de bomberos (que tanta gloria ha dado a los calendarios de Navidad), concluye en una cruz. En su pedestal se ofrenda una bandera catalana con claveles rojos y amarillos. Qué volátil puede ser a veces el color de las banderas. Si cambiáramos algunos de esos claveles de lugar, podríamos convertirla en la española y si nos esmeráramos un poco más, en la de la República China y con un poco más de arte en la de Macedonia.