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viernes, 29 de abril de 2011

En Las Ramblas, de milagro

Una muestra de las imágenes que dejó la editorial sobre la parada que montó el Día del Libro en Barcelona (el editor y la administrativa). Después de la cena, celebrada la noche anterior en uno de los lugares míticos de la bohemia catalana, "Els Quatre Gats", no me fue posible asistir por la mañana a la gran fiesta y a la comida de fraternidad de todos los escritores (no sé cómo saldría, demasiados egos comiendo juntos). Eso sí, por la tarde estuve con la gente de Carena y lo pasamos bien. Incluso hubo alguna visita de Landete (gracias, Laura, me dio mucha alegría verte).

jueves, 21 de abril de 2011

Vanguardia y tradición

No dejéis de pasar por Barcelona, Rambla de Sant Josep, 75, el día 23 de abril, en la parada 82, de 5 a 8 de la tarde. Allí estarán la rosa negra y las Criaturas del Piripao en una operación de márketing sin parangón desde que se lanzó el Titanic. Incluso aparecemos en la lista de El País.com, y sin pagar un duro.

sábado, 2 de abril de 2011

Las criaturas del Piripao en Barcelona

El próximo día de San Jordi, es decir, el día del Libro, me trasladaré a Barcelona para firmar mi novela en Las Ramblas, en el puesto que va a disponer la editorial Carena para sus autores, frente al Liceo (toma ya). De 5 a 7 de la tarde estaré por allí, aunque pienso pasar un buen fin de semana en la ciudad en que vencieron a Don Quijote. La última vez que fui a Barcelona fue a hacer una mudanza de una amiga y ahora vuelvo para firmar libros (vaya cosas raras que hago yo en esa ciudad). En fin, comienza la gira del Piripao. No es que me gusten mucho estos actos formales, pero a alguien conoceremos que valga la pena y nos invite a unas fantas. Si estáis por allí ese fin de semana, pasad a verme.

viernes, 25 de marzo de 2011

"Criaturas del Pirpao": primera reseña

Aquí dejo la primera crónica sobre "Criaturas del Piripao". Se puede leer en el periódico digital, "Ojos de Papel": LITERATURA Y REENCARNACIÓN Criaturas del Piripao: un viaje en el túnel del tiempo Suero Láinez, otrora brillante trovero, abandona la vida muelle de la corte, a finales del siglo XVI, y se marcha a una villa castellana donde intenta sobrevivir encomendándose a sus artes oratorias, ora desgranando romances, ora sirviendo a señores o tratando de formar parte de una compañía de comediantes. De cualquier forma, su actividad le lleva a ponerse en contacto con todos los estamentos sociales, lo que le permite retratar por dentro una sociedad en periodo de descomposición: “clérigos libidinosos, nobles sodomitas, cómicos de la legua, parteras moriscas, dueñas perseguidas por la Inquisición… Un submundo, muy alejado de la fantasía, que frustrará su nuevo oficio de cronista y que alimentará sus desequilibrios… Un dibujo satírico de finales de siglo que, a través del humor negro, cabalga sobre un hecho intemporal: la voracidad insaciable del poder y el estupor del individuo ante sus manejos”, reza el autor. Estupor, en su acepción de aturdimiento, esa es exactamente la sensación que me ha quedado de la lectura de Criaturas del Piripao. Tras leerlo, llevo días con el libro arriba abajo, incapaz de abandonarlo en la estantería, pero también incapaz de reducirlo a un folio de impresiones. Todos los libros buenos requieren varias lecturas, pero este —lo preveo insaciable— no me va dejar en paz durante bastante tiempo. Se ha pegado a mí y, como esa amante súbita y arrasadora, trata de mantenerme bajo su órbita. Sé que me queda otra lectura pendiente, esa que se da en la intimidad y de la que no tendré que dar cuenta a nadie, pero ahora necesito escribir algo aunque sólo sea como excusa para que el libro me deje en paz. Se sentó sobre una laja al borde del camino. Los esfuerzos hacían mella en su menguado cuerpo, la potra volvía a soltarle las tripas por la ingle y debía remangarlas para seguir su destino. La ondulación de una dorada llanura con barbas incipientes se extendía hacia el horizonte rasurado. Retales dispersos de encinares y ocres viñedos se cosían al trigueño paisaje. La panza húmeda de los nubarrones sometía al páramo tullido. A la izquierda de Suero se abría un pespunte de cipreses que remendaba el cementerio. Al frente, la hiriente aguja de la torre de la iglesia desgarraba el cielo que se deshacía en pinceladas de lluvia para desleír el tapiz amarillento del suelo. Hombres y mujeres en barbecho paseaban su miseria sorteando charcos. Así comienza la obra, de manera aparentemente anodina, pero, poco a poco, así se va abriendo el túnel del tiempo que te va abduciendo y en el que, cuando te hayas inerme, entregado, te vomita en una realidad que, al menos para mí, me ha resultado familiar, terriblemente familiar. Una sociedad fastuosa en apariencia (la correspondiente a nuestro Siglo de Oro), pero mísera, falsa, picaresca, a poco que indagues bajo su máscara. Pasa desapercibida la magistral técnica literaria, la exactitud del vocabulario, la verosimilitud de las circunstancias, ante el sofoco que se va apoderando del lector, por lo que le está cayendo. No tiene piedad José Urbano, abusa del lector. Le das la mano de unos minutos y se apodera de tu brazo, tu mente, tu tiempo… Te arrastra por el lodazal de la España picaresca, pero la de los pícaros de verdad, la de los poderosos, inquisidores, cortesanos… que ocultaban su caspa bajo su brillante capa. Una sociedad en plena descomposición política, moral, a la que una lluvia de acidez artística deja desnuda, aunque todos se empeñen en verla galana y florida. Hay varias cosas terribles que cuesta perdonar a este autor: primero, que exhiba las miserias sociales de nuestro Siglo de Oro, con lo bien que quedaba el rótulo; segundo, que nos arrastre a ellas, que nos manche, que nos haga partícipes de la gran mascarada, que describa aquella sociedad con tanta exactitud, que se confunda con la actual. De tal manera que uno, mientras va leyendo, no puede escapar a la tentación de interpretarlo en clave actual. Ojo con él. Es un manipulador de la realidad. Igual que Goya: le encargan pintar a la familia real y aparecen los infantes con cara de tontos tal cual eran, traicionando así la función del arte como arma publicitaria de su clase dirigente. Uno se entrega a Criaturas del Piripao pensando divertirse a costa del marasmo social de nuestro Siglo de Oro y, poco a poco, va descubriendo que en realidad de lo que habla es de la condición humana, y que nuestro rostro pende sobre los hombros de algún grotesco personaje barroco. Otra cosa más imperdonable es que nos haga reír, ciertamente por no llorar. Pero uno acaba no sólo riendo, sino comprendiendo y, por tanto, amando, indignadamente, pero amando, a estas criaturas infamemente cercanas a nosotros. Pero hay más. Leyendo esta novela uno tiene la sensación de haber estado allí, de que va recordando, resucitando vivencias, como esos sueños que olvidaste y emergen vivos cuando menos lo esperas. Pero lo más imperdonable de todo no es que arrastre al lector al vertedero social de siglos pasados. Con un truco propio de artistas retorcidos, si te descuidas un poco, te hace creer que aquellos mismos personajes son los que hacen que se pudran las mismas estructuras sociales de nuestro flamantísimo siglo XXI. Como si nuestros cortesanos tuvieran que ver algo con los que propiciaron la descomposición social. Como si nuestros clérigos siguieran abusando de niños y de mujeres aprovechando su debilidad económica. Como si nuestros dirigentes culturales mangonearan y dilapidaran desconsideradamente mientras la pobreza se apodera de las capas sociales más débiles. Como si alguien, en plena sociedad civilizada, pudiera instigar el enfrentamiento por motivos religiosos. ¡Hasta aquí podríamos llegar! Una cosa es que nuestro Siglo de Oro ocultara el mangoneo generalizado; que nuestra novela picaresca obviara la picaresca del poder; que clérigos y financieros fueran capaces de inventarse excusas, crisis y leyes para desahuciar a los pobres y apoderarse de sus bienes; y otra cosa es insinuar que eso puede pasar en nuestro tiempo. En fin, amigo José Urbano, he salido estupefacto de la primera lectura, indignado contigo por el espejo que me has puesto delante, pero seducido por esa historia tan terriblemente nuestra. Pienso repetir la lectura porque he dejado muchos asuntos pendientes, entre ellos, estos: ¿por qué me ha dolido tanto este dolor de unos personajes de ficción en un siglo que aparentemente no he vivido? ¿Por qué sé que hay tanta verosimilitud, tanta verdad en esta obra de ficción? ¿Es José Urbano un trovador reencarnado que ha logrado burlar la ley del olvido? ¿Intenta vengarse de nuestras maldades pasadas o más bien de las presentes? ¿Por qué hace tan divertida una historia tan terrible?… Preguntas y más preguntas que, tal vez, no me serán respondidas en las sucesivas lecturas que haré de Criaturas del Piripao. Pero aún así, seguiré en el empeño.

viernes, 11 de marzo de 2011

Un extracto de "Criaturas del Piripao"


El día 21 de marzo me han dicho en la editorial que sale mi novela de la imprenta. Se podrá comprar en cualquier librería de España o en la página web de la editorial (www. edicionescarena.org) Si alguien tiene curiosidad en comprobar el género aquí dejo un pequeño extracto, escogido al azar de las páginas 52 y 53:
Una rama de romero incrustada entre los tablones ahumados de la puerta señalaba el lugar. Don Alvar echó un vistazo a su alrededor y observó lo poco que había cambiado el antro en diez años. El mismo tugurio que vio una de sus últimas correrías en la villa le recibía con un hedor familiar a guisote rancio, cuero sin curtir y bostas de acémilas. Tomaron asiento junto a una mesa larga a cuyo cabo un asiduo del garito dormía la mona. El tabernero, al ver a don Alvar, corrió a saludarlo y apartó el bulto vecino a otro rincón.
-¡Cuánto tiempo sin ver a mi señor por aquí! ¡Bienvenido seáis! ¡Vuestra excelencia siempre tan elegante! ¿Comeréis algún bocado o preferís pasar al apartado de los tahúres para contemplar el juego como solíais hacer antaño? –se desvivía el tabernero por complacer al que había sido durante mucho tiempo uno de sus más distinguidos y viciosos clientes, sin reparar en su desastrado acompañante.
-Escoge lo mejor de tu despensa y sírvenos, Juanote, sin entrar en más pláticas ni más flores. Aquí, mi amigo, necesita que lo provean de carne y miga de pan y no de almodrote de palabrería –cortó Alvar Ansárez las cortesías del simple posadero.
Tras ellos, cuatro arrieros propios del lugar, murmuraban y se sonreían mientras miraban de soslayo al caballero y a su acompañante. La atildada compostura de su librea, las blanduras que lo adornaban y los colores escandalosos de su tez bastaban para provocar las miradas de los asistentes. Además, todos conocían las singulares apetencias de don Alvar y, a pesar de haber estado ausente durante su larga estancia en la Corte, pocos habían olvidado sus correrías de sátiro sodomita. De no ser un caballero principal y poderoso de la Orden de Calatrava, posiblemente las malicias dichas entre dientes hubieran pasado a ser burlas, insultos y, más adelante, mamonas, manteos y apaleamientos.
Entre tanto, Suero se hurgaba las narices con un lienzo y se sonaba sobre él, lo apartaba y lo miraba con mucho espacio, como si en él hubiera perlas preciosas. Don Alvar contemplaba su ensimismado comportamiento, preso de intriga, y se dejaba arrastrar a las fosas sorprendentes de la atracción amorosa. No en vano, pensaba el caballero, dicen que don Amor no se aviene a razones ni mira por la lente de la lógica ni de la estética. Todavía podía llevar hasta su hacienda a hermosos mozos que por un buen yantar y un cómodo lecho se abandonarían a cualquier capricho suyo...

viernes, 18 de febrero de 2011

Testimonios del Piripao: Felicia, la Asturiana

Algunos personajes que no aparecen en las Criaturas del Piripao han querido dejar su testimonio como conocedores directos de los hechos que se relatan en esa historia mentirosa. La primera en dejar su declaración es la famosa Felicia (de enaguas sueltas y lengua de mil vueltas): Conocí a Suero Láinez en Almente una mañana de octubre, abrazado al laúd, cantando sus coplas de sangre. Lo oí hasta que los rapaces comenzaron a lanzarle con afinada puntería todas las bostas de caballo que encontraron por el suelo. No protestaba la violencia de los muchachos, ni siquiera se dolía de su suerte. (¿A quién se le habrá ocurrido escribir sobre semejante pelele? A algún escribiente de agujereada sesera con seguridad). Era día de mercado, lo recuerdo bien, porque los mozos de los alrededores se acercaban esos días marcado hasta mi putería para refocilarse con mis pupilas y yo debía adecentar las estancias con pomos de olor... Continuará

viernes, 11 de febrero de 2011

Resumen de Criaturas del Piripao

Aquí os dejo un extracto de mi novela (me la publican dentro de dos semanas): Suero Láinez, un vagamundos de menguadas entendederas, llega a una villa castellana a finales del siglo XVI. No son las fantásticas tierras del Piripao las que lo acogen: no encuentra ríos de miel, ni árboles con perdices y palominos, ni balcones de oro, ni fuentes de vino, ni jardines de almíbar y de buñuelos, ni siquiera hallará ninfas en frescas alamedas. Las criaturas con las que se topa son carne de su tiempo, con sus miserias y perversiones: clérigos libidinosos, nobles sodomitas, cómicos de la legua, parteras moriscas, dueñas perseguidas por la Inquisición… Un submundo, muy alejado de la fantasía, que frustrará su nuevo oficio de cronista y alimentará sus desequilibrios. Un viaje a las entrañas de lo grotesco y de la crueldad, dirigido por una sociedad empozada en los lodos de la intransigencia. Un dibujo satírico de final de siglo que, a través del humor negro, cabalga sobre un hecho intemporal: la voracidad insaciable del poder y el estupor del individuo ante sus manejos. Con Suero reiremos amargamente a través del patetismo de su figura y de sus grotescas aventuras, hilvanadas con pespuntes de erotismo y tragicomedia en la hebra de un lenguaje de tonos barrocos.

jueves, 3 de febrero de 2011

Criaturas del Piripao

A finales de febrero, la editorial Carena (Barcelona) me publica mi novela Criaturas del Piripao. El acontecimieto de la publicación del primer libro te somete a una sensación parecida a la de una virgen ante el acto de la desfloración. Es así: el entusiasmo se tiñe de un pudor nuevo. ¿De qué va? Bueno, os remito a la crítica de Laura (2º de Bachillerato A), que se leyó parte del libro, "va de guarrerías...., bueno, no tantas".