sábado, 3 de febrero de 2018

Nunca te pongas camiseta térmica para dar clase




Es lunes y la mañana se presenta fría, turbia. En la verja del instituto hay un cartel ilegible que deberíamos cambiar un día de estos. La escarcha adorna las bolsas de gusanitos en el patio. Un gato negro intenta beber agua en un charco helado. No hay problema, llevo puesta la camiseta térmica. Los alumnos de 2º de ESO esperan en la puerta de clase. Se empujan, se dan collejas, se tiran del pelo, se pegan a los azulejos como las chicas que esperaban en la discoteca a ser sacadas a bailar -qué antiguo suena esto-. Por fin abro la puerta, después de distinguir la llave entre las veinticinco del llavero. Tengo que marcarlas con plastiquitos de colores un día de estos, a ver si me acuerdo antes de jubilarme. La algarabía sigue dentro de clase. Se sientan, se levantan, descargan las mochilas sobre los pupitres, como el albañil el saco de cemento. Ahora hay que quitarse los abrigos, colgarlos en la percha o dejarlos sobre las mesas libres. Después, arrimarse a los radiadores o abrir la ventana -la razón no es la temperatura-. En clase no hace frío, pero nunca vienen mal unos cuantos minutos más de charla, empujones y estirones de pelo. Enciendo el ordenador, intento entrar en la página institucional para pasar lista. Ellos, mientras, se desahogan. El problema es que el calor comienza a hacerse insoportable. Les llamo la atención, primero en general, con moderación; luego, nombrando personalmente a los que todavía andan de pie, con el tono un poco más alto; al final, con una voz cavernosa e infernal que hasta me da un poco de vergüenza -aún recuerdo cuando me gritaban a mí siendo alumno de COU, y esto sí era vergonzoso-. El ordenador sigue buscando la página. Yo empiezo a explicar lo que vamos a hacer. Paro. No callan. Utilizo la técnica de la mirada asesina y el silencio Lengua de las mariposas. Algunos reaccionan, pero se remueve el flanco derecho. Al fondo cuchichean, enredados en sus asuntos. Vuelvo a explicar la actividad del día. El flanco derecho está dominado gracias a la mirada asesina, ahora es el izquierdo el que se solivianta. Dos de los chicos se pellizcan por debajo de la mesa y dan saltitos y grititos que alteran a todos los demás. Volvemos a empezar. Al fondo, cuchichean, enredados en sus asuntos. Organizo los grupos, saco los seis ordenadores, vuelve la algarabía, vuelvo a tronar, me vuelvo a avergonzar -en COU, sí señora-. Hay grupos que trabajarán sin ordenador. Se quejan de vicio. Al fondo cuchichean, enredados en sus asuntos. Voy hacia ellos, los sorprendo con un golpe en la mesa, se aturden, no saben qué pasa, no saben qué vamos a hacer, no saben quién soy yo ni quiénes son ellos. Noto cómo el sudor me resbala por la rabadilla y acabamos de empezar y estamos en enero y no llevo jerséi de lana, solo camisa. Respiro hondo. Los del fondo, ahora frente a mí, me miran extrañados, como si nunca me hubieran visto, como si los hubieran teletransportado de la clase de Matemáticas. Ya no cuchichean. Ahora me preguntan, con capacidad de síntesis, "¿qué?". Respiro hondo. El "qué" no es retador, ni malicioso, sino muy sincero. Vuelvo a explicarles a ellos, a los del fondo, su tarea. Se la doy por escrito. "¡Ah!". Me alejo un poco y siguen cuchicheando, enredados en sus asuntos. Los demás están formando los grupos: transportan sillas, arrastran mesas, se pellizcan, se estiran del pelo, se empujan... Ha vuelto la algarabía. Respiro hondo. El arroyuelo ha pasado con éxito la rabadilla. El caudal crece y se sienten llegar nuevos riachuelos, más rápidos y torrenciales. Mirada asesina, tono conciliador, tono amenazante, tono tronante -una vergüenza, sí señora, en COU, como le iba diciendo-, silencio de ultratumba. Al fondo los oigo cuchichear -buena señal-, enredados en sus asuntos. De repente todo se calma. Comienzan a hablar de la actividad propuesta y no del fin de semana, ni del lío en el grupo de guásap. No puedo creerlo. Está a punto de sonar el timbre del final de la clase. Al fondo, cuchichean. Me acerco a ellos. Suena el timbre. "¿Qué es lo que teníamos que hacer?, ¿para mañana, no?". Es la última vez que me pongo camiseta térmica para venir a clase. Por fin se carga la página institucional para pasar lista.

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