miércoles, 12 de octubre de 2016

La decepción de Atenea


La diosa Atenea abandonó, frustrada, aquellos territorios. Las gentes que allí moraban la habían despreciado y nunca más quiso saber de ellos. Quedaron sin su consejo y sin su protección. Deambularon durante siglos guiados por la brutalidad y la superstición. Caminaban a tientas por los caminos, tropezaban una y otra vez, caían y comían tierra, sin que la experiencia les sirviera de escarmiento. Hermes, el mensajero de los dioses, se apiadó de ellos. Los vio tan indefensos, tan expuestos a la ignorancia que les envió un televisor y un ordenador. Como Atenea, salió de aquellos territorios escaldado. En cuanto los objetos enviados por los dioses transformaron en manos de esos hombres, los convirtieron en instrumentos de violencia y de tortura. Convirtieron las palabras en colmillos afilados con que desgarrar la yugular del vecino y Hermes se avergonzó de su candidez.

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