miércoles, 17 de agosto de 2016

Cualquier idiota tiene un perro


Cualquier idiota tiene un perro,
yo mismo podría tenerlo.
Cualquiera compra un collar, una correa
y pone una ración más de paella
para dar las sobras al animal.
Aún mejor, cualquiera va al supermercado
y compra un saco de pienso
con la cara de un pastor alemán,
la lengua fuera, agradecido
al capitalismo y a la industria alimentaria.
Cualquier idiota, cualquiera,
se siente acompañado, útil, poderoso,
querido, lamido, reclamado.
Cualquiera sale un rato de madrugada
y acompaña la meada en el árbol
y la defecación en la acera.
Cualquiera tiene un perro
o un niño o una paloma o un coche de lujo
o un puesto en el gobierno o una ballesta.
Cualquiera es devoto de la Virgen
y reza para que mueran las garrapatas
y su animal dure tanto como las iglesias.
Cualquier idiota tiene un perro,
pero no una abuela, cualquiera.
Por suerte, yo no soy idiota.
Quienes leen estos versos, tampoco.

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