viernes, 1 de julio de 2016

De la Toscana a Venecia: IV Venecia


Por poco perdemos el vaporeto a Jésole y, visto lo visto, no nos lo hubiéramos perdonado nunca. La llegada a Venecia a través del mar es un espectáculo irrepetible. En el relato de Thomas Mann y en la película de Visconti, "Muerte en Venecia", el protagonista (como nosotros) desembarca cerca de la plaza de San Marcos. Un elefante viejo que busca su cementerio, un cementerio rodeado de belleza, huesos de mármol y colmillos lobulados. Pese a que los bárbaros intentamos devorar, armados con nuestros teléfonos móviles, cualquier lugar señalado en las guías turísticas, es difícil usurparle el encanto a esta ciudad del desencanto. Hasta los adolescentes callan al pisar la plaza de San Marcos. Su entusiasmo no suele estallar con los paisajes, ni con los monumentos, ni con las construcciones inmemoriales, pero este lugar es capaz de contaminar hasta los espíritus más alterados por la pubertad.
Venecia se hunde y los bárbaros colaboramos en la empresa, pero de su hundimiento, de su decadencia, se extrae la más peculiar de sus virtudes. La vulgaridad del comercio, del todo se vende, me ha resbalado por los hombros y ha caído víctima del aroma a muerte y belleza que da lustre y enmohece la piedra. Atravesamos los puentes que vadean los canales, flotamos sobre las losas de granito que aguantan el peso de los bárbaros. Ni las máscaras, ni los mercachifles, ni las turbas de japoneses son capaces de acabar con la estética de lo decadente..
Los chicos cantan, se excitan, se retuercen exorcizados por los arcos orientales de San Marcos. Nosotros asistimos, desde nuestra propia decadencia, al fin de algo, no sabemos qué. Por la noche, en una playa frente a Venecia, los adolescentes se bañan en el Adriático. La espontaneidad, el vigor, la jovialidad levantan el mar y lo agitan de vida. Contemplamos nostálgicos el poder y la belleza de la juventud. Esta noche, bajo la luna veneciana, experimentamos el mismo dolor, el mismo placer, que el protagonista de "Muerte en Venecia". Mientras, ellos, los vivos, se sumergen, gritan, chapotean. Nosotros nos recreamos en la nostalgia, en la oscuridad, en el fin de la locura.

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