domingo, 18 de enero de 2015

Los órganos del fornicio


"¡Qué delicados son 
los órganos del fornicio!", 
me decía el páter.
Y aun sin ser autoridad
en estas lides,
le confirmo la sentencia.
Los órganos del fornicio,
guiados por las secreciones 
de la mente,
se adueñan de los sentidos
y ocupan el meollo
de nuestros cuidados.
Los mimamos como a recién nacidos,
los envolvemos entre algodones 
y tejidos de fibras nobles.
Los adoramos en la adolescencia
como a vírgenes comunales
y ya en la madurez los ofrecemos
al besamanos
para que se rinda pleitesía
al señor más bendecido.
No se llevan bien
con la bebida,
ni con infancias
reprimidas;
tampoco con los cilicios,
ni con el agudo bel canto.
Son sagrado refugio
de los buenos amadores,
de las seguidoras de Ovidio,
de los fanáticos de Epicuro.
No es esto, con seguridad,
lo que el páter quería:
me ha salido una loa
ya vendrán las elegías.

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